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martes, enero 11, 2011

Lao Tsé y la tristeza



En cuanto a la insidiosa soledad que caracteriza a los profetas en el desierto, parece que ni los más grandes sabios se libran de ella. 


Desde siempre se idealizan a los grandes popes; no podía imaginarme a Buda o Krishnamurti deprimidos. 

Ellos, tan por encima de las tormentas, debían de vivir en algún "Shangri-La" de perpetua alegría y felicidad, o al menos de imperturbable serenidad, tal como los pinta la iconografía religiosa, o los venden -risueños y barrigones- en las tiendas de chinos...

Pero no. Pese al lavado de cerebro social, que nos repite sin descanso "¡anímate, anímate, anímate!" (precisamente porque todo el mundo está deprimido), hay muchas cosas que no encajan. 


El dolor y la muerte están por todas partes. En un libro tan "santo" como la Biblia existe, p. ej., la famosa escena del cabreo de Jesús con los mercaderes del templo -de teológicas repercusiones-. ¿Es que los santos también se enfurecen? Y tenemos también la muy depresiva teoría cristiana del "valle de lágrimas", y las no menos deprimentes visiones orientales del sufrimiento universal y el samsara... Etc. En suma, pues, con tantas piezas oscuras, el crecimiento personal y espiritual ¿suprime la tristeza,  la soledad, la ira, etc., sí o no?

El tiempo fue aclarando y desmitificando la cuestión. El "TAO TE KING" , por ejemplo, dice en su capítulo 20:

"...Todo el mundo se distrae y disfruta,
como cuando se presencia un gran sacrificio,
o como cuando se sube a los jardines de una torre en primavera.
Sólo yo doy cabida a la duda,
no copiando lo que otros hacen,
como un recién nacido que aún no sabe sonreír.
Como quien no sabe a dónde dirigirse,
como quien no tiene hogar.

Todo el mundo vive en la abundancia,
sólo yo parezco desprovisto.
Consideran mi mente como la de un loco
por sentir umbrías confusiones y críticas.
Todo el mundo brilla porque solo las luces buscan,
sólo yo me atrevo a transitar por las tinieblas.
Todo el mundo se conforma con su felicidad,
sólo yo me adentro en mi depresión.
Soy como quien deriva en alta mar,
voy contra la corriente sin un rumbo predestinado.
Todo el mundo es puesto en algún uso;
sólo yo soy un ermitaño intratable y aburrido.
Sólo yo soy diferente a todos los demás
porque aprecio a la Madre Naturaleza que me nutre".

¡Qué queréis! Textos así consuelan hondísimamente, esclarecen. De manera que la sabiduría... ¡no descarta la tristeza! De hecho, incluso genera tristezas más hondas. Y si no descarta la tristeza, es seguro que tampoco niega la ira, la alegría, el sexo, todas las demás experiencias humanas... En otras palabras, la tristeza forma parte de la sabiduría, de la Vida. No podemos ni debemos, pues, vivir sin ella. No debemos renegar de ella. Ni de nada.

Si un buda sólo sabe llorar, está loco. Si un buda sólo sabe reír, está loco. Pero si sabe hacer ambas cosas sin atascarse en ninguna de ellas, ¡es sabiamente feliz!