Si el budismo es la religión, el zen su parte intelectual y el tai-chi el arte marcial, el haiku es la poesía budista, una vía espiritual, un camino a la percepción de la realidad desprendiéndose del yo y un despertar de los sentidos, abriéndose a la naturaleza que nos envuelve.
El haiku-dô no es una lírica dogmática, apenas puede hablarse de reglas, sino más bien de principios o de tendencias, salvo una: se escribe en tres versos no rimados. Así, la métrica más habitual es de 5-7-5, aunque el número de sílabas puede variar según los diversos autores y sus escuelas, sumando a veces 8-4-5, 5-2-10 o hasta 9-3-5. Además, el poeta, observador frecuentemente de la naturaleza, ha de desaparecer de la escena, no hay espacio para primeras personas.
El haiku es evocador involuntario, despertará diversas sensaciones en quien lo lea, por tanto la poesía se convierte en espejo del lector y no sólo de su autor, que actuará tan sólo, o esa es su intencion, como mero testigo. Por último cabe decir que en realidad los haikus no admiten mayúsculas, ni puntos, ni comas, ni exclamaciones y sólo en las traducciones aparecen, aunque la traslación de un idioma tan lejano como el japonés a nuestra lengua romance a veces parece hacer necesario añadirlos, dificultando además la creación de imágenes en tan pocas sílabas.
asfalto de agosto
ni gota de agua
un gorrión brinca buscando remansos
chapoteo de agua
rosales en círculo
sol de verano
viento quieto
bochorno a la sombra
concierto de cigarras
shreck shreck shreck
un niño quema con lupa
los élitros de un escarabajo
