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No conocemos, pero podemos sentir, la magnitud y majestuosidad de la vida; sentimos un impulso de explorar el reino de los cielos. Toda la gente siente ese impulso, el cual motiva al ser humano a aventurarse al espacio exterior, a escalar montañas, a navegar océanos y a viajar a países que llamamos sagrados.
Sin embargo, ahora sabemos que hemos dirigido sobre la tierra este impulso divino y hemos dejado sin explorar nuestro propio ser. Sentimos una vastedad en nosotros, pero desconocemos el sendero que conduce a nuestras profundidades. No obstante, nos comprometemos al viaje interno.
Haz una pausa tres veces hoy –en la mañana, en la tarde y antes de irte a dormir en la noche- y pide que se te muestre dónde comienza la senda del viaje interno. La dedicación a explorar tu ser interno es el primer paso del viaje.