Así como el arquero endereza su flecha
así el maestro dirige su pensamiento.
Como pez fuera del agua
que está varado en la arena,
los pensamientos se agitan...
¿Cómo liberarse de los deseos?
Tiemblan, se sacuden,
vagan a su completo antojo...
es bueno controlar los pensamientos.
Una mente dominada conduce a la felicidad.
¡Mas qué sutiles son, qué elusivos!
Por eso tu misión es aquietarlos,
gobernarlos, y hallar en ello la felicidad.
Con la mente controlada
el maestro aplaca sus pensamientos.
Termina con su peregrinar y su fantasía.
Sentado en la caverna del corazón
ha vencido la esclavitud de la muerte.
Una mente que está desordenada
no puede comprender este camino.
El hombre que vive sin fe y sin calma
no llegará a tener jamás conocimiento.
Con los sentidos controlados,
una mente serena que no busca ya distinguir
lo que está bien de lo que está mal;
una mente más allá de los juicios,
observa y comprende: no tiene miedo.
Si sabes que tu cuerpo
es tan frágil como una vasija,
haz de tu mente una fortaleza.
Deja que el conocimiento luche por ti
para defender lo que has ganado.
Pues demasiado pronto el cuerpo se descarta
y queda sobre la tierra como un leño.
¿Qué puede saber? ¿Qué siente?
Tu peor enemigo no te puede dañar
tanto como tus propios pensamientos.
Nada ni nadie, ni tu padre ni tu madre
te pueden brindar tanta ayuda
como tu propia mente disciplinada.