La compasión nos conduce a volvernos hacia todos los seres vivos, incluso los que se dicen enemigos nuestros, esa gente que nos molesta o nos hiere.
Independientemente de lo que nos hagan, si conservamos en la memoria que todos los hombres buscan, como nosotros, ser felices, resulta mucho más fácil experimentar compasión por ellos.
[El Pequeño Libro de Sabiduría del Dalai Lama]
Cuando pienso en mí, aunque inicialmente pueda tener un "yo" independiente, y si lo contemplo más de cerca, descubro que aparte de la conjunción de varios factores que constituyen mi existencia y diferentes momentos del continuum que forman mi ser, no hay nada que se parezca a una entidad absolutamente independiente.
En cuanto desarrollamos nuestra perspicacia y nuestra comprensión del vacío, las emociones ya no hacen presa alguna en nuestro espíritu.
Cuando damos pruebas de compasión, en lugar de apartarnos más de esa situación, nuestro compromiso es mucho más profundo y completo.
Eso se debe al hecho de que la compasión se funda en un modo de pensar valioso y fructífero, que, finalmente, nos lleva a profundizar en nuestra perspicacia hacia la naturaleza de la realidad.
Un espíritu bueno, un buen corazón, unos sentimientos calurosos: ésas son las cosas más importantes. Si uno no tiene un espíritu semejante no puede ser feliz, y tampoco nuestros padres, nuestros compañeros, nuestros hijos y vecinos.
Uno de los puntos más importantes de las relaciones humanas es la amabilidad. Con ella, con amor y compasión, con ese sentimiento que es la esencia de la fraternidad, accedemos a la paz interior.
