Sean cuales fueren los pensamientos que se presenten,
dejadlos surgir y desvanecerse como las olas del océano.
Cuando os sorprendáis pensando en algo,
dejad que ese pensamiento surja y se desvanezca sin ninguna coerción.
No os aferréis a él, no lo alimentéis ni os complazcáis en él;
no os quedéis enganchados a él ni tratéis de solidificarlo.
No sigáis vuestros pensamientos, ni tampoco los invitéis.
Sed como el océano que contempla sus propias olas
o como el cielo que mira desde lo alto las nubes que lo cruzan...
pronto descubriréis que los pensamientos son como el viento: vienen y van...