Un sabio sufí visitó una vez a un rey para aconsejarlo en cuestiones de estado y los dos se hicieron buenos amigos.
Finalizada su tarea, el sufí le dijo al rey:
— Ahora debo continuar mi marcha. Pero si alguna vez recibes noticias increíbles sobre manzanas de Basora, abre esta carta que te dejo aquí. Entonces, mi trabajo habrá concluido y a ti te quedará algo por hacer.
El sabio emprendió viaje hacia Basora y pasó allí algunos años cumpliendo sus funciones de derviche. Pero un hombre de esa ciudad pensó que el sufí tenía una cantidad de dinero escondida en una caja y lo mató. Cuando abrió la caja, solamente encontró un paquete que decía “Semillas de manzanas gigantes”.
El asesino sembró esas semillas en su huerta y, en un tiempo sorprendentemente breve, pudo recoger manzanas inmensas. Ansioso por obtener reconocimiento, buscó la manera de llegar ante el rey y, una vez allí, le dijo:
— Majestad, en este cesto traigo una manzana del tamaño de la cabeza de un hombre, que he cultivado en invierno en la ciudad de Basora.
Al principio, el rey se admiró pero luego recordó la carta del sufí y pidió que se la trajeran. Allí estaba escrito: “El hombre que cultiva manzanas gigantes es mi asesino. Que ahora se haga justicia”.
— Ahora debo continuar mi marcha. Pero si alguna vez recibes noticias increíbles sobre manzanas de Basora, abre esta carta que te dejo aquí. Entonces, mi trabajo habrá concluido y a ti te quedará algo por hacer.
El sabio emprendió viaje hacia Basora y pasó allí algunos años cumpliendo sus funciones de derviche. Pero un hombre de esa ciudad pensó que el sufí tenía una cantidad de dinero escondida en una caja y lo mató. Cuando abrió la caja, solamente encontró un paquete que decía “Semillas de manzanas gigantes”.
El asesino sembró esas semillas en su huerta y, en un tiempo sorprendentemente breve, pudo recoger manzanas inmensas. Ansioso por obtener reconocimiento, buscó la manera de llegar ante el rey y, una vez allí, le dijo:
— Majestad, en este cesto traigo una manzana del tamaño de la cabeza de un hombre, que he cultivado en invierno en la ciudad de Basora.
Al principio, el rey se admiró pero luego recordó la carta del sufí y pidió que se la trajeran. Allí estaba escrito: “El hombre que cultiva manzanas gigantes es mi asesino. Que ahora se haga justicia”.