Chuang Tse tenía fama de sabio y los emisarios del rey Wei fueron a buscarlo para que se convirtiera en su consejero.
Aunque vivía muy modestamente de la pesca y las limosnas, les contestó:
— He oído decir que el rey tiene un caparazón de tortuga sagrada que se conserva en el palacio, envuelta en un rico paño, para realizar oráculos. ¿Qué os parece? ¿Esa tortuga hubiera muerto gustosa para que su caparazón fuera considerado sagrado, o bien hubiera preferido vivir y seguir arrastrando su cola en la marisma?
— He oído decir que el rey tiene un caparazón de tortuga sagrada que se conserva en el palacio, envuelta en un rico paño, para realizar oráculos. ¿Qué os parece? ¿Esa tortuga hubiera muerto gustosa para que su caparazón fuera considerado sagrado, o bien hubiera preferido vivir y seguir arrastrando su cola en la marisma?
— Hubiera preferido vivir y seguir arrastrando su cola en la marisma — respondieron los emisarios.
— Podéis marcharos. También yo voy a seguir arrastrando mi cola en la marisma.