Un día, estaba el Samurai Takada comiendo un cuenco de arroz, sentado en el umbral de una casa cualquiera. No había ningún alimento en toda Okinawa más barato que el arroz. Comer arroz significaba que no se pasaba por un buen momento económico.
Pasó un samurai de la corte personal del emperador y le dijo:
-"!Ay, Takada-san! Si aprendieras a ser más sumiso y a adular un poco más al emperador, no tendrías que comer tanto arroz".
Takada dejó de comer, levantó la vista, y mirando al acaudalado samurai intensamente, contestó:
- "Ay de ti, hermano bushi. Si aprendieras a comer un poco de arroz, no tendrías que ser sumiso y adular tanto al emperador"
El Zen, el Bushido y la Caballería Tradicional tienen muchos puntos en común, de tarde, entre las luchas e impaciencias de dirigir la Orden Bonaria, me siento en el Jardín Zen de mi Casa, cierro los ojos, e interpreto los sonidos. O centro mi vista en la perfección del Bonsai, y observo la fuerza de la Naturaleza, que perdura.
La Naturaleza es una Maestra sabia, y metódica. El hombre en su guerra contra ella, terminará perdiendo, y cuando nosotros hayamos desaparecido de la faz de la tierra, siempre habrá una brizna verde, que haya sobrevivido .
Cuando observo la fuente, y veo la imagen de Buda, en serena y majestuosa postura del loto, viene a mi mente, ¿Qué saben la naturaleza, los animales y plantas. De Dioses, credos y teologías?
Tanto buscamos en nuestro Interior, que perdemos la conciencia de VER y OBSERVAR, miramos hacia dentro, y no vemos lo que nos rodea, no sentimos la suave brisa al atardecer golpeando nuestra piel, solo interrumpida por la avispa, que zumba en el aire.
Perdido en el zumbido de la avispa, llega mi perro “Lord”, y volviendo a respirar la mente se inunda de valores, como gratitud, y FIDELIDAD.
Tiene el animal un espíritu más Noble, que todos aquellos que traicionaron la Orden Bonaria, y se aprovecharon de ella: Francisco Javier García Gómez, Enrique Martín Sanz, José Manuel Merello, Raúl Gutierrez, Nuria Cuenca Pineda, tantos… vampirizantes, chupaban la sangre en dinero de la Institución, y que al ser expulsados, jugaron a hacer subterfugios manipulando, yendo a revistas, se vendieron al Emperador, pero nosotros verdaderos caballeros, seguimos con el plato de arroz.
El Príncipe de Septimio-Bathzabbay El Tadmur.-