Rogger Oncoy es un acuarelista peruano que nació el 18 de mayo de 1964 y que vive en Ancash, Huaraz, Perú. Hoy os traemos una serie de acuarelas suyas que reflejan preciosas caras de niños de inocentes y limpias miradas. Unas pinturas que rebosan nostalgia y que encierran una gravedad solo encontrada en la mirada mantenida del niño frente al adulto.
Oncoy es un artista del que pensamos que se apoya en la fotografía para realizar sus acuarelas, y esto, que para nosotros no es un detalle menor, no desmerece su técnica acuarelística, pues domina con soltura tanto los lavados previos como los enmascaramientos y el uso de diferentes pinceles y cañas, en una técnica muy natural y propia en la que no aparecen los lápices acuarelables, ni el blanco forzado con sanguinas o ceras.
Las acuarelas de los retratos de niños de Rogger son románticas y dulces, se centran en la mirada muda y mística de los niños y resaltan su pobreza en el vestido y su origen humilde y racial. Estos niños de las montañas andinas nos conmueven y nos llegan al corazón a través de unas manchas de agua sueltas y con aspecto de espontáneas, pero que ocultan la práctica continuada de un gran maestro de la acuarela.
Los antiguos maestros pintores que tomaban sus motivos del natural solían manejar, además del óleo, la técnica de la acuarela con mucha soltura. La acuarela es fácil de transportar, limpia y rápida de trabajar, por lo que es muy propia para trabajar en exteriores. Para ellos era un arte menor porque su uso se debía a la necesidad de apuntar los elementos fundamentales de una obra, la base del dibujo, del color y de la luz, que luego se desarrollaría con más calma en el estudio.
Sin embargo, de forma unánime, los grandes maestros reconocían que la idea original se guarda en el boceto previo, en los dibujos y acuarelas que anteceden al arte final, y que por ello los trabajos que ahora consideramos menores son, al menos, tan válidos como el cuadro acabado, que en muchas ocasiones ha perdido su valor por relamido, poco espontáneo o sobrecargado.
A pesar de ello la acuarela no goza del mismo reconocimiento comercial que las obras realizadas en óleos o acrílicos, salvo cuando se firman por autores cuyas grandes pinturas son casi imposibles de alcanzar. Pero esta falta de reconocimeinto comercial de la acuarela va cambiando poco a poco a medida que el arte figurativo vuelve a tomar el puesto que le corresponde en al arte contemporáneo tras la burbuja de las vanguardias postsurrealistas de la segunda mitad del siglo XX.
Es apasionante la soltura, la limpieza y la luminosidad que consigue Roger en sus dibujos de rostros andinos, lo que solo es posible en un experto en el arte de la acuarela, y es muy destacable que esto se produzca lejos de los centros artísticos habituales, tanto europeos como americanos, donde la influencia de los maestros determina el quehacer cotidiano de los artistas que les rodean.
Aunque en España ha habido ocasión de disfrutar de alguna de sus obras en eventuales exposiciones colectivas, creemos que no ha habido aún ninguna exposición dedicada en solitario a este artista por lo que Rogger Oncoy no es muy conocido en esta parte del Atlántico, pues su actividad se centra en círculos sudamericanos que le son más cercanos y asequibles, pero esto no es por falta de méritos, sino por la escasez de miras de quienes en Europa deberían mostrarnos las maneras de los artistas que determinan las actuales estéticas y con ellas de los valores que nos afectan a todos en un mundo tan interconectado y globalizado que no es necesario recurrir al efecto mariposa para entender que la mirada de estos niños de los Andes es igual de próxima que la de los chicos en las Azores o del Rif.