Art Institute de Chicago
Para componer esta curiosa secuencia, Goya se documentó en las noticias publicadas por la prensa en 1806, que dieron origen a numerosos grabados populares, a canciones y coplas de ciego. Los seis cuadritos pueden compararse, en efecto, a un cartel de los utilizados por ciegos y charlatanes para ilustrar en la plaza pública el relato de un episodio célebre, en general un horrendo crimen o la exégesis de un bandolero famoso.
El Maragato amenaza con su fusil
En la primera de estas composiciones aparece el bandido Maragato amenazando con su fusil al humilde monje. El malhechor se halla en una actitud crispada, como dispuesto a abrir fuego si fray Pedro opone resistencia. La actitud de éste, sumisa y atemorizada, no presagia el desenlace del episodio. La escena se halla iluminada por la claridad que trasciende de la puerta abierta de un mesón, desde la que tres personajes inmóviles contemplan el episodio. Al igual que en los restantes cuadros, Goya aplica a la narración una técnica rápida y somera, esboza las figuras con pinceladas que no hacen concesión al detalle y describe las fisonomías valorando tan sólo sus rasgos esenciales. La simplicidad de tal método revela la seguridad del autor, la confianza en sus recursos expresivos.
Fray Pedro ofrece sus zapatos al Maragato
La segunda composición de la serie muestra a ambos personajes en el mismo escenario. Han desaparecido las figuras del fondo, y el bandido Maragato, tranquilizado por la aparente sumisión del monje, sostiene el fusil con una sola mano para poder tomar con la izquierda el par de zapatos que le tiende fray Pedro. Éste expresa con su gesto resignación ante la pérdida de su única pertenencia. Para comprender el proceso narrativo, debe compararse este cuadro con el precedente. Se observará, en primer lugar, que el bandido ha avanzado su pierna derecha, dando así un paso necesario para el control de la situación. El fraile, por el contrario, parece iniciar un movimiento de retroceso. Tal procedimiento de ilación de las escenas es idéntico al utilizado por los actuales dibujantes de comics. Por otra parte, la atmósfera luminosa del escenario ha sufrido ciertos cambios; al desaparecer los espectadores, y sin razón aparente que lo justifique, la parte izquierda ha quedado sumida en la oscuridad.
Fray Pedro y el Maragato forcejean por el fusil
El nudo de la acción ha sido descrito en el tercer episodio. El Maragato y fray Pedro de Zaldivia se hallan enzarzados en un rudo forcejeo que tiene como objeto la posesión del fusil. Es evidente que el fraile, abandonada su humilde reserva, se ha abalanzado sobre su agresor, con cuyas fuerzas físicas está en medida de competir, siquiera por unos instantes. Puesto que el pintor describe al bandido de espaldas, no es posible saber si en su rostro se pinta la sorpresa ante la inesperada reacción del fraile, quien, al parecer, ocupa una posición ventajosa, más erguido que su oponente. La lucha se produce en el recinto de la cuadra, lo que indica que un cierto lapso de tiempo ha transcurrido entre este episodio y el que le precede.
Fray Pedro amenaza con el fusil al Maragato
Tendido en el suelo, atemorizado y, a la vez, incrédulo, el bandido Maragato contempla en el cuarto cuadro de la serie la transformación que se ha operado en la personalidad del humilde fraile. Tras haberle vencido en el forcejeo precedente, el franciscano le amenaza ahora con su propio fusil, del que se ha apropiado. Fray Pedro lo empuña resolutamente por el cañón, indicando su propósito de asestarle un contundente culatazo. Al cambio de situación corresponde asimismo un cambio de escenario, puesto que el fondo lo constituye otro de los muros de la cuadra. Con ello sugiere Goya los movimientos que, en el curso del forcejeo, han realizado ambos personajes sin salir de este recinto.
Fray Pedro dispara al Maragato en sus posaderas
No convencido todavía de la seriedad de los propósitos del fraile, en el penúltimo cuadro de la serie, el Maragato trata de recobrar su libertad. Sin duda aprovechando un descuido, ha emprendido la fuga; al exterior de la cuadra, fray Pedro lo detiene por el expeditivo procedimiento de dispararle un tiro en las posaderas. Goya ha captado el instante con visión fotográfica. El bandido parece aletear como un pájaro herido, interrumpida la fuga por la carga de plomo y todavía en su rostro la expresión de incredulidad. Al fondo, el caballo del Maragato, asustado por el estampido, se lanza a un desenfrenado galope.
Fray Pedro apresa y ata al Maragato
El desenlace del episodio se produce en la sexta composición que muestra a fray Pedro en trance de atar al bandido Maragato, éste sentado sobre el charco de su propia sangre. Los pasivos personajes de la primera escena aparecen ahora movidos por el deseo de actuar, asociándose al éxito del fraile. Excitados y gozosos, acuden corriendo a ayudarle a inmovilizar al maltrecho bandolero.
Esta serie participa del espíritu de los grabados goyescos. Los episodios se encadenan en ella con perfecta ilación de temporalidad y espacialidad, componiendo un relato inteligible incluso para el espectador que no conozca el hecho representado. Diríase que Goya ha sido fascinado por la inversión de papeles que se opera en los personajes; es decir, el triunfo del débil sobre el fuerte, el de un hombre de religión sobre un individuo carente de escrúpulos. Sin duda que la representación del suceso tiene, como gran parte de la obra grabada de Goya, un propósito a la vez sarcástico y moralizante. El artista quiere extraer la moraleja de que no es prudente fiarse de las apariencias humanas, juzgar a los hombres en función del lugar que ocupan en la sociedad o al margen de ella. Dado el sutil anticlericalismo del pintor, no se halla fuera de lugar la suposición de que haya tomado partido –tal vez inconscientemente- a favor de la víctima del episodio, el bandido Maragato.