La lluvia que cae sobre una cadena montañosa se desliza por sus lados hacia muchos valles, fluyendo como turbios torrentes. La misma lluvia, si cae sobre lagos de agua dulce o ríos límpidos, permanece pura y clara. Los sabios que conocen su propia realidad átmica son transformados en la pureza, ecuanimidad y caridad representada por esa realidad. Están siempre en la total conciencia del Atma, que es su propio núcleo interior. En la conciencia purificada de tales personas existe la experiencia de la identificación. Los gustos y aversiones, el sentido de “yo” y “mío”, la ansiedad y la calma, el júbilo cuando somos alabados y la depresión cuando nos critican - ninguno de ellos puede contaminar ni agitar a la persona que ha alcanzado ese estado. Estos opuestos se equilibran y son aceptados con ecuanimidad, como olas sobre la conciencia átmica. Esta es la genuina actitud átmica, la mirada interior de Brahman, la visión unitaria.