Uno de los mayores generales que un imperio haya tenido jamás en toda la Historia fue el romano Flavio Belisario (505-565). Cuando el emperador Justiniano I (483-565) de Oriente (Bizancio) quiso recuperar todo el antiguo esplendor del Imperio Romano de sus abuelos, tuvo en su fiel servidor Belisario el instrumento perfecto para conseguirlo. Reconquistó toda Italia, parte de Hispania, casi todo el norte de Africa a los pueblos bárbaros, pueblos que sólo un siglo antes habían arrasado toda la Roma Occidental.
Fue tal su éxito militar que el emperador sintió unos celos irrefrenables y lo relevó como comandante general del Imperio Bizantino. Aun así, unos pueblos eslavos del norte amenazaban la frontera de Bizancio, y Justiniano volvió a llamar a Belisario. Éste logró vencerlos y hacer que se retiraran más allá de la frontera imperial. Sin embargo, una leyenda cuenta la suerte injusta de Belisario frente a una sentencia imperial por la cual el general invicto fue condenado a que le extrajesen los ojos y pasase el resto de su vida mendigando hasta que fuese perdonado.
Los antiguos griegos fueron los primeros en compilar las virtudes cardinales, la Prudencia, la Templanza, la Fortaleza y la Justicia. Según el filósofo Platón la Prudencia se obtiene de la razón; la Fortaleza de la emoción; la Templanza proviene de la anulación de los deseos; y la Justicia es el equilibrio de todas las demás, la que las mantiene y preserva; y afirmaba el filósofo griego que sólo cuando se llega a comprender la Justicia se logran tener las otras tres. Así, el deseo y la satisfacción se complementan en un estado mental que va desde la plenitud hasta la inapetencia. Y vuelta a empezar otro ciclo. Al parecer el mecanismo cerebral de la satisfacción es progresivo, ya que el cerebro trata de atajar los caminos placenteros constantemente, para tratar de esta forma de ahorrar energía, por lo que siempre tenderá a buscar mejores formas de estar satisfecho.
La satisfacción plena por consiguiente tiende a hacer desaparecer el estímulo (moverse, actuar, pensar...), pero, paradójicamente, ésto sólo aumenta la inquietud por conservar el mayor tiempo posible ese estado placentero. Cuando el cerebro racional comprende esta situación vuelve a motivarse para actuar. A veces, esta parte racional, cuando los ciclos se han repetido mucho, puede llegar a la abulia, pues puede pensar que el esfuerzo invertido no merece la pena, sobre todo si se han fracasado muchas veces o existe alguien que actúe por nosotros. También, al parecer, el cerebro a veces se protege con el beneficio ajeno, y a esto se le ha dado en llamar amor.
El gran filósofo alemán Arthur Shopehauer (1788-1860) ya concluyó que toda vida es esencialmente sufrimiento, un continuo deseo insatisfecho. Y, cuando el ser humano, tras múltiples esfuerzos, consigue escapar o mitigarlo termina por caer en el aburrimiento. De ahí que toda vida humana sea un constante pendular entre el dolor y el tedio. Y este ir y venir sólo la inteligencia puede anularlo a través de fases que conducen a la negación del deseo, de la voluntad de vivir (no de vivir). El filósofo alemán sólo plantea tres opciones para afrontar el dilema (de menos a más compromiso y esfuerzo): la contemplación del Arte; la práctica de la compasión, la Ética; y la negación del "Yo", la Ascética.
(Fotografía de estudio representando la Justicia y su difícil equilibrio; Cuadro del pintor italiano Ángelo Brozino (1503-1572), Alegoría del triunfo de Venus y Cupido, National Gallery, Londres, óleo que representa el amor prohibido -Venus es la madre de Cupido-, y las imagenes de la locura -niño a la derecha-, el tiempo que todo lo descubre -viejo a la derecha-, la mentira o el fraude - joven rostro con cuerpo de serpiente-, el olvido -rostro a la izquierda que trata de cubrir la escena-, los celos - hombre airoso tirándose de los cabellos-; Grabados del pintor y grabador holandés Hendrick Goltzius (1558-1617), representando las Virtudes unidas -curiosamente como enamoradas-, la Fortaleza y la Paciencia -o Templanza-; la Concordia y la Paz; la Justicia y la Prudencia; Cuadro del genial pintor francés neoclásico Jacques Louis David, Belisario, 1781, Lille, Francia; Cuadro magnífico de Francesco de Rossi (1510-1563), La Caridad, 1548, Galería de los Uffizi, Florencia, ejemplo de Belleza, Virtud y Arte; Retrato del filósofo alemán Arthur Shopenhauer, del pintor alemán Ludwig Sigismund, 1815.)