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jueves, diciembre 29, 2011

Taoísmo: la ética de lo pequeño


 
El que habla del Tao, se aleja del Tao. El que no habla del Tao, vive en el Tao. Esta paráfrasis del primer capítulo del Libro del Tao y del Te define toda retórica sobre el mismo, como una de las tantas formas que tenemos los humanos de cultivar el arte de lo imposible. Pues para referirme a él, debo hablar sobre él y por tanto entrar en discordancia con su naturaleza.

Hay un principio fundamental en el Taoísmo. Que todo lo que existe, cualesquiera sea su presentación o su forma, está interconectado y en perpetuo fluir como una corriente de agua. No hay pues suceso en el Universo que no sea solidario con todos los otros. La indiferencia en este caso, podrá ser un rasgo del carácter humano, pero nada tiene que ver con el argumento del Cosmos. Y éste tiene regularidades que pueden observarse como las nubes en el cielo y que el Libro detalla minuciosamente, pues son reglas que describen el arte de vivir en concordancia con el Tao.

Actúa sin esfuerzo (wu wei), actúa sin hacer, nos recuerdan los taoístas. Pues introducir el esfuerzo, supone no seguir el curso de los procesos que le son dados al hombre por la naturaleza y las leyes cósmicas. Es contradecirlos, forzarlos a desviarse de sí mismos. Intervenir impulsiva e irreflexivamente en ellos, desconociendo sus leyes y contrariándolas, sólo puede traer adversidad, pues quien se aparta del Tao, contradice estos principios cosmológicos y por tanto sólo puede atraer sobre sí, la sociedad, la naturaleza y el cosmos, malestar, destrucción, desorden y desdicha.

Actuar en el momento, en el lugar, del modo y con los medios apropiados, es la clave de la sabiduría. Pues de este modo, toda acción (en el sentido amplio de la palabra) se incorporará adecuada y gentilmente al acontecer universal, sin desgarrar sus interconexiones, sin herir su delicada textura, sin violentar su armónico tejido. Pues todo lo que existe es del mismo valor e importancia. Ya que no hay suceso por mínimo y sencillo que sea, que no genere resonancias en el discurrir del todo. La interdependencia es la melodía que susurra a nuestros oídos el fluir del Cosmos. Si herimos, desviamos, desgarramos uno de sus hilos, todo es afectado y desviado de su curso.

Es por ello que para el taoísmo, toda medida es arbitraria, toda jerarquía un sinsentido, toda comparación un error de perspectiva, pues lo pequeño es tan importante como lo grande. El ala de un pájaro, una gota de rocío matutino, una hoja seca que ha caído de un árbol, un pequeño insecto, los bordes de una nube, una pequeña choza en el campo, un guijarro... De allí que nada queda fuera de su consideración y tanto la observación como la preservación del detalle, se convierte en un fin tan esencial como cualquier otro. Pues entre sus múltiples bondades, el taoísmo es también, una ética de lo pequeño.