En la iconografía tibetana es frecuente encontrar la representación de cuatro animales en las esquinas de las banderas de oración, dirigiéndose a las cuatro direcciones, simbolizando los cuatro elementos y ejerciendo su potencial benéfico como los "cuatro dioses de la buena fortuna", o las "cuatro dignidades". En la imagen, vemos arriba a la izquierda el garuda; a su lado el dragón; bajo éste, el tigre, y debajo del garuda, el león de las nieves. Cada uno de ellos se identifica también con determinadas virtudes que deben desarrollarse en el camino de realización.
El garuda, volando sobre el espacio sin punto de referencia alguno, no conoce el miedo. De gran fortaleza, está libre de temores y esperanzas y nunca vuelve atrás. Su dirección es el norte.
El dragón, hacia el oeste, es la autenticidad que fluye espontáneamente, de forma ecuánime y equilibrada. El tigre reina en el sur, y su presencia refuerza la confianza incondicional y la modestia, desde las que se puede experimentar la satisfacción natural y la plenitud.
Y por último, el león de las nieves está libre de dudas, y su cuerpo y su mente viven en armonía completa. Gobierna el este.