Buda Avalokiteshvara, el Buda de la Compasión, es la personificación de la compasión universal de todos los seres iluminados. Si confiamos en él, aumentaremos nuestra compasión de manera natural.
Con las primeras dos manos sostiene una joya preciosa que simboliza su propia iluminación; con la segunda mano izquierda sostiene una flor de loto indicando la pureza completa de su cuerpo, palabra y mente; y con la segunda mano derecha sostiene un mala de cristal como símbolo de su capacidad para liberar a todos los seres del samsara.
Para más información, véanse la Sadhana de Avalokiteshvara y el libroUna vida con significado, una muerte gozosa.
La Mente Iluminada, al estar más allá del espacio y el tiempo, puede manifestarse en un infinito número de formas. Una de las más conocidas y más importantes es la de Avalokiteshvara, el Bodhisattva de la Compasión. La palabra íshvara significa 'el señor' y avalókita se traduce usualmente como 'el que mira hacia abajo'. Entonces, podemos decir que su nombre significa 'El señor que mira los sufrimientos del universo con compasión infinita'.
Junto con la Sabiduría, la Compasión es la cualidad más destacada de la Mente Iluminada. De hecho, son cualidades inseparables, como las dos caras de una moneda. Dado que un Bodhisattva representa el aspecto activo en el mundo de la Mente Iluminada, podemos decir que la Compasión es el aspecto más prominente del Bodhisattva.
Imaginemos que estamos mirando un cielo azul, infinito en todas las direcciones. Entonces, aparece en el cielo un loto blanco, bello y perfecto. De pie, en medio del loto, hay una figura muy extraña que inmediatamente nos llama la atención. Estamos fascinados por esta figura cuya cara tiene una expresión de paz y compasión infinita. De hecho, miramos más cuidadosamente y vemos que en realidad tiene varias caras, cada una mirando en una dirección distinta. Experimentamos un sentimiento de paz muy profunda y todas nuestras preocupaciones y miedos se disuelven. Parece que la figura está rodeada por una nube blanca, pero cuando nos acercamos vemos que es un gran número de brazos. Descubrimos que se trata de la figura del Bodhisattva Avalokiteshvara, con once caras y mil brazos.
La leyenda del origen de esta forma del Bodhisattva es muy bella. Hace muchísimo tiempo, el Bodhisattva Avalokiteshvara hizo un voto de salvar del sufrimiento a toda la gente del mundo y conducirla a la Iluminación. Además, juró que si titubeaba por un instante, cortaría su cuerpo en mil pedacitos.
Entró así en una meditación muy profunda de compasión, a través de la cual, aspiró a dirigir a todos los seres hacia la Iluminación por medios sutiles. Cuando salió de esta meditación, descubrió que sólo había ayudado a una parte muy pequeña de la gente y se sintió tan desalentado que pensó en dejar sus esfuerzos. En ese instante, su cabeza y su cuerpo comenzaron a desmoronarse en pedazos y, en su agonía, llamó al Buda Amitâbha para que le ayudara. Amitâbha lo reconstruyó con un nuevo cuerpo, con mil brazos y diez cabezas. Encima de aquellas cabezas le colocó su propia cabeza.
Podemos reflexionar sobre el significado de esta leyenda y luego regresaremos a ella. Como budistas nuestra aspiración es transformarnos de seres humanos ordinarios en seres iluminados, es decir, transformar nuestra mente en una Mente Iluminada, en beneficio de todos los seres sensibles. Pero cada vez que lo intentamos, inmediatamente encontramos una dificultad. Somos seres muy egoístas y por eso (casi) todo lo que hacemos es egoísta. ¿Qué podemos hacer?
En la leyenda de Avalokiteshvara, podríamos decir que, en el inicio, su motivación fue un poco egoísta. Él quería, como un solo ser viviente, salvar a todos los seres del sufrimiento y guiarlos a la Iluminación, pero bien pronto descubrió sus límites. Sin embargo, su aspiración era genuina. Entonces, llamó a un poder más allá de sí mismo que lo transformó en una forma más adecuada.
Si nosotros imaginamos que nos convertimos en un Bodhisattva, puede suceder que estemos cayendo en un arranque de ego y quizá pronto nos sintamos desalentados y dejemos de esforzarnos. Pero si nos consideramos como un miembro de una Sangha que está actuando de manera efectiva en el mundo, que está aliviando el sufrimiento en varias maneras, que está creciendo poco a poco, podemos ser más realistas y, a la vez, más eficaces en nuestra práctica altruista.
Cada quien actúa en la manera apropiada a su situación, a sus intereses, sus talentos y sus capacidades. Sangharákshita ha sugerido que la imagen de Avalokiteshvara de mil brazos y once cabezas es un buen símbolo para nuestra Orden, o más bien, que la Orden es un símbolo de Avalokiteshvara. Podemos considerarnos un brazo, una mano o incluso un dedito de Avalokiteshvara.