Guerra
Las armas son instrumentos funestos
Blandidas por los ignorantes.
Si su uso es inevitable,
Los sabios actúan con circunspección.
El mayor pesar es ser un veterano,
testigo de las atrocidades de la humanidad.
Si sostienes un arma auténtica en tu mano, sentirás su carácter con fuerza. Ruega ser usada. Es aterrador. Su único propósito es la muerte, y su poder no está sólo en el material del que está hecha, sino también de las intenciones de sus fabricantes.
Es lamentable que las armas deban usarse a veces, pero ocasionalmente la supervivencia lo exige. Los sabios van a las armas sólo como último recurso. Nunca se regocijan en la habilidad de las armas, ni glorifican la guerra.
Cuando la muerte, el dolor y la destrucción son impuestas sobre lo que tienes por lo más sagrado, el precio espiritual es devastador. Lo que duele más que el propio sufrimiento es presenciar el sufrimiento de otros. El remordimiento de ver lo peor de los seres humanos y el puro dolor de no ser capaz de ayudar a las víctimas no puede ser redimido nunca. Si personalmente vas a la guerra, cruzas la línea tú mismo. Sacrificas tus ideales por la supervivencia y el furor de la matanza. Eso te altera para siempre. Es por eso que nadie se apresura a ser un veterano. Piensa antes de querer cambiar tan irrevocablemente. Lo que está en juego no es meramente la propia vida, sino nuestra humanidad misma.
Las armas son instrumentos funestos
Blandidas por los ignorantes.
Si su uso es inevitable,
Los sabios actúan con circunspección.
El mayor pesar es ser un veterano,
testigo de las atrocidades de la humanidad.
Si sostienes un arma auténtica en tu mano, sentirás su carácter con fuerza. Ruega ser usada. Es aterrador. Su único propósito es la muerte, y su poder no está sólo en el material del que está hecha, sino también de las intenciones de sus fabricantes.
Es lamentable que las armas deban usarse a veces, pero ocasionalmente la supervivencia lo exige. Los sabios van a las armas sólo como último recurso. Nunca se regocijan en la habilidad de las armas, ni glorifican la guerra.
Cuando la muerte, el dolor y la destrucción son impuestas sobre lo que tienes por lo más sagrado, el precio espiritual es devastador. Lo que duele más que el propio sufrimiento es presenciar el sufrimiento de otros. El remordimiento de ver lo peor de los seres humanos y el puro dolor de no ser capaz de ayudar a las víctimas no puede ser redimido nunca. Si personalmente vas a la guerra, cruzas la línea tú mismo. Sacrificas tus ideales por la supervivencia y el furor de la matanza. Eso te altera para siempre. Es por eso que nadie se apresura a ser un veterano. Piensa antes de querer cambiar tan irrevocablemente. Lo que está en juego no es meramente la propia vida, sino nuestra humanidad misma.