Te hable de otras realidades, y tus labios mudos y fríos rieron todos los versos de mi corazón aquella mañana.
Tome mi viejo laúd, y pusiste tu oído en los jilgueros y las alondras.
Hice con mis manos un nido de mirra e hilos de seda fina ,pero distraída, alabaste los álamos arrogantes que se mecían junto al rió...
Cansado, recogí toda mi ausencia, y me fui.
Entonces, llorando, dijiste mi nombre sobre el camino inevitable...