Culto
Le puedes rendir culto a los dioses,
Pero no puedes rendirle culto al Tao.
La adoración de tu dios es más hermosa que los amantes, más satisfactoria que los banquetes, más valiosa que la codicia. Provee más refugio que los palacios. El culto adecuado es alegría y éxtasis.
Si tienes una visión limitada del culto, puedes siempre perder de vista lo sagrado. Cuando estás en un nivel primario de realización, puedes alejarte de tus dioses en cualquier momento. Quienes siguen el Tao saben que el Tao no es el dios en el altar; por lo tanto ven a su dios en cada acción y nunca pierden de vista lo divino.
Se le puede rendir culto a los dioses, pero al Tao no se le puede rendir culto. ¿Por qué? Porque los dioses nos llevan a las cosas buenas e inspiran nuestra más alta devoción. Tan magnífico como sea esto para imaginarlo, sigue siendo limitado cuando es comparado con la eternidad del Tao. El Tao no tiene definiciones, ningún límite, ninguna consciencia personal o individual. Por lo tanto, rendirle culto al Tao no tiene sentido, pues nuestro esfuerzo se perdería en un mar infinito. No hay súplica a él, porque no responderá. No hay adoración a él, porque no hace gala de ninguna gloria. No hay unión en éxtasis con él, porque no tiene diferenciaciones. El Tao es grandioso. El Tao es eterno. Cualquier cosa limitada y pequeña -incluso el culto- desaparece en él. Uno sólo puede entrar en el Tao para volverse parte de su ilimitación.
Le puedes rendir culto a los dioses,
Pero no puedes rendirle culto al Tao.
La adoración de tu dios es más hermosa que los amantes, más satisfactoria que los banquetes, más valiosa que la codicia. Provee más refugio que los palacios. El culto adecuado es alegría y éxtasis.
Si tienes una visión limitada del culto, puedes siempre perder de vista lo sagrado. Cuando estás en un nivel primario de realización, puedes alejarte de tus dioses en cualquier momento. Quienes siguen el Tao saben que el Tao no es el dios en el altar; por lo tanto ven a su dios en cada acción y nunca pierden de vista lo divino.
Se le puede rendir culto a los dioses, pero al Tao no se le puede rendir culto. ¿Por qué? Porque los dioses nos llevan a las cosas buenas e inspiran nuestra más alta devoción. Tan magnífico como sea esto para imaginarlo, sigue siendo limitado cuando es comparado con la eternidad del Tao. El Tao no tiene definiciones, ningún límite, ninguna consciencia personal o individual. Por lo tanto, rendirle culto al Tao no tiene sentido, pues nuestro esfuerzo se perdería en un mar infinito. No hay súplica a él, porque no responderá. No hay adoración a él, porque no hace gala de ninguna gloria. No hay unión en éxtasis con él, porque no tiene diferenciaciones. El Tao es grandioso. El Tao es eterno. Cualquier cosa limitada y pequeña -incluso el culto- desaparece en él. Uno sólo puede entrar en el Tao para volverse parte de su ilimitación.