La esencia de la meditación es establecer un estado de conciencia donde el practicante puede observarse a si mismo como podemos observar a otra persona, a un paisaje o a un objeto, dándose cuenta que uno no es sus pensamientos, ni estos son la realidad, sino simplemente esto, pensamientos que fluyen de manera incesante y que el meditador observa como si fuera nubes que se desplazan por el cielo.
Este estado es una toma de conciencia que permite darnos cuenta de que mi "yo" no es igual a mis ideas, de la misma manera que no es igual a mis sentimientos ni a mis sensaciones corporales. Es decir, la meditación nos permite descubrir a nuestro observador interior, esa parte de nuestro ser que toma conciencia de aquello que nos acontece diferenciando al sujeto de los contenidos u objetos de la mente (pensamientos, sentimientos, recuerdos, imágenes, etc.).
Ese foco de conciencia interno es denominado el sujeto, o el observador, es nuestro centro interno de atención. Cuando podemos diferenciar claramente entre este foco de atención y conciencia de los contenidos de la mente que nos acontece estamos alcanzando un estado de no-identificación y por tanto estamos generando unas condiciones mentales para ser menos vulnerables a las potentes sugestiones que nos generan nuestros pensamientos y vivencias emocionales.
La práctica asidua de esta disciplina ayuda a mejorar considerablemente de estrés, la ansiedad o los estados de desánimo o desesperanza. Permite calmar la mente, y por tanto, no caer en la repetición de pensamientos negativos u obsesivos.
Las contradicciones entre los diferentes aspectos de nuestra personalidad, como la fuerza-debilidad, bondad-maldad, valor-miedo, etc. son flexibilizadas con la practica meditativa ya que ésta va generando un estado mantenido de aceptación de nuestras dualidades y contradicciones. Resumiendo y esquematizando los efectos y beneficios de la meditación: