Si alguien te busca en tu casa con frío; es porque tienes la frazada.
Si alguien busca tu casa con alegría; es porque tienes la sonrisa.
Si alguien busca tu casa con lágrimas; es porque tienes el pañuelo.
Si alguien busca tu casa con versos; es porque tienes la música.
Si alguien busca tu casa con dolor; es porque tienes el remedio.
Si alguien busca tu casa con palabras; es porque tienes el oído.
Si alguien busca tu casa con hambre; es porque tienes el alimento.
Si alguien busca tu casa con besos; es porque tienes la miel.
Si alguien busca tu casa con dudas; es porque tienes el camino.
Si alguien busca tu casa con orquestas; es porque tienes la fiesta.
Si alguien busca tu casa con desánimo; es porque tienes el estímulo.
Si alguien busca tu casa con fantasías; es porque tienes la realidad.
Si alguien busca tu casa con desesperación; es porque tienes la serenidad.
Si alguien busca tu casa con entusiasmo; es porque tienes el brillo.
Si alguien busca tu casa con secretos; es porque tienes la complicidad.
Si alguien busca tu casa con tumultos; es porque tienes la meditación.
Si alguien busca tu casa con confianza; es porque tienes el azul.
Si alguien busca tu casa con miedo; es porque tienes el amor.
Nadie llega por azar a tu casa.
Por eso jamás cierres las puertas a quien en ellas golpee levemente.
Jamás des la espalda al que llega con ojos limpios, de corazón entero, con el alma expuesta.
No des disculpas ni te agarres a mil argumentos racionales.
No inventes motivos para justificar gestos bruscos.
Destraba los portones de tus defensas forjadas.
Destruye las murallas construidas con ladrillos de los empujones.
Todos los que golpean tu puerta merecen pan y vino.
Merecen tu abrazo, tu abrigo.
Todos los que viajan en dirección a tu casa, y golpean suave la puerta en busca de tu mano, merecen entrar...
Marco T. Cicerón