Cuenta una historia que…
El viejo Lucas y su esposa eran conocidos como la pareja más tacaña de todo el valle. Lucas murió y pocos meses después su esposa se encontraba en el lecho de muerte. Ella tomó el teléfono y llamó a su vecina para decirle que, cuando muriera, la enterraran con su vestido negro de seda. No obstante, le dijo también que antes de hacerlo, cortara la parte trasera del vestido para hacer uno nuevo porque odiaba desperdiciar una buena tela. Ruth, la vecina, le contestó que no podía hacerlo, que pensara que dirían los ángeles cuando la vieran a ella y a Lucas subiendo por las escaleras de oro y se dieran cuenta de que ella no tenía la parte trasera de su vestido, a lo que ella respondió: “¡Ah! No te preocupes, los ángeles no me estarán viendo a mí… a Lucas lo enterré sin pantalones”.
Si te das cuenta la preocupación es siempre el otro. Por ejemplo, Lucas estará sin pantalones así que lo mirarán a él. La preocupación de Occidente es acerca del otro mientras que la preocupación de Oriente es simplemente con él mismo. A Oriente no le interesa tu biografía porque vive en esta tierra como si estuviera solo, y es por eso que tiene un gran espacio a su alrededor para moverse libremente, sin importarle las opiniones de los demás. Él vive su vida, hace lo que tiene que hacer, hace lo que su ser le dicta y por supuesto que experimenta la felicidad simple e inocente de un niño.
Su felicidad no está manipulada o manufacturada; es básica, simple, esencial, como la de un pequeño.
¿Has observado a un niño corriendo, gritando o bailando por ninguna razón en particular? Si tú le preguntas cuál es el motivo de su felicidad, el niño no sabrá responderte y seguramente pensará que estás medio loco. Seguramente el niño se sorprenderá incluso de que le preguntes sobre la razón de su felicidad. ¿Debe haber alguna para estar feliz? El pequeño encogerá sus hombros y seguirá su camino cantando y bailando nuevamente. El niño no tiene nada, todavía no es primer ministro, presidente de los Estados Unidos o Rockefeller; no posee nada, o quizá tan sólo algunas piedras o conchas de mar que recolectó en la playa, eso es todo.
La vida en Oriente no termina cuando termina la vida; la vida en Occidente termina cuando termina la vida, cuando el cuerpo termina de existir, el hombre de Occidente deja de existir. Por eso, el hombre y la mujer de Occidente tienen miedo a la muerte y tratan de prolongar su vida lo más posible, en ocasiones hasta niveles absurdos. En estos momentos hay muchas personas que únicamente están vegetando en hospitales o asilos mentales. Esta gente no está viviendo, lleva muchos años muerta, y únicamente están siendo mantenidos por doctores, medicinas y equipos modernos.
El miedo a la muerte es tan grande porque Occidente piensa que una vez que mueras te vas para siempre y nada de ti sobrevivirá. Si lo único que conoces es el cuerpo serás muy pobre porque siempre tendrás miedo a la muerte, y quién tiene miedo de morir tendrá miedo de vivir. Vida y muerte son inseparables, y miedo a una necesariamente implica miedo a la otra; la vida es la que trae consigo la muerte, y si le tienes miedo a ésta, ¿cómo es posible que ames la otra? Siempre habrá un miedo escondido. Si la muerte termina con todo, si esa es tu idea y entendimiento, entonces tu vida será una constante persecución, todo el tiempo con prisa. Dado que la muerte se acerca, no puedes ser paciente: he ahí los orígenes de esa manía estadounidense por la velocidad. Todo tiene que ser hecho con rapidez porque la muerte se acerca así que hay que tratar de hacer la mayor cantidad de cosas posibles antes de morir.
En Occidente tratan de llenar su ser con la mayor cantidad de experiencias posibles antes de morir, porque una vez que se muere ya no hay nada que hacer.
Este pensamiento crea una gran ansiedad, angustia y un sentimiento de sinsentido. Si no existe nada que sobreviva al cuerpo, entonces nada de lo que hagas puede ser demasiado profundo ni puede satisfacerte completamente.
Si la muerte es el final y nada te trasciende, la vida carece de significado, y cuando esto sucede, la vida es como un cuento contado por un idiota ruidoso y enojado, como un cuento sin mayor significado.
La mente oriental sabe que está dentro del cuerpo, pero que no es el cuerpo. Oriente ama el cuerpo, lo considera su morada, su casa, su hogar y no está en contra de él porque es una tontería estar en contra de su propio hogar. Oriente es terrenal pero no materialista; realista pero no materialista; sabe que al morir nada muere, sabe que la vida continúa cuando llega la muerte.
Extracto del libro.
OSHO - TONICO PARA EL ALMA