Para los antiguos incas, los curanderos callawayas eran sabios y duchos médicos capaces de curar parálisis, ceguera, neumonía, heridas engangrenadas y una infinidad de males, incluyendo dolencias mentales. Los conquistadores españoles los consideraban brujos y herejes. Pero tenían que recurrir a sus conocimientos sobre los remedios que empleaban, como quina, bálsamo, genciana, copaíba y sulfatos, sin contar la coca, el anestésico tan buscado por los médicos de Europa a fines de la Edad Media.
Fue con la conquista del antiguo imperio inca que los españoles descubrieron mucho más que el oro que buscaban ávidamente, después de masacrar indígenas rebeldes y asesinar a los jefes para robar sus templos y palacios: descubrieron un incalculable conocimiento de farmacia vegetal de curanderos que, llevados a Europa, curaron a reyes, cortesanos, soldados heridos en batallas y al pueblo en general. Y combatieron con eficacia sorprendente dolencias que los médicos y alquimistas europeos de los años 500 demostraban ser impotentes para curar.
Entre esos remedios, están los productos que hasta hoy son empleados en todo el mundo. Como quina, que revolucionó la farmacopea europea, la genciana, la hipecacauna, el bálsamo del Perú, el aceite de copaíba y una infinidad de productos medicinales empleados por los curanderos indígenas. Entre ellos, cortezas, raíces y cáscaras de vegetales, ciertos minerales sulfurosos de los volcanes andinos, sustancias animales deshidratadas y, por encima de todo, los usos de la hoja de coca – principalmente la extracción rudimentaria de cocaína, la "santa" anestesia que los médicos del viejo mundo precisaban para sus cirujías y amputaciones que realizaban a sangre fría.
Mucho se habló y escribió sobre los conocimientos farmacéuticos de los indios andinos, pero no hubo, una investigación bien orientada y profunda sobre esos curanderos, hasta que el Dr. Enrique Oblitas Poblete, ex - Ministro de la Suprema Corte de Bolivia, se encargara de escribir un extenso trabajo sobre las prácticas ocultistas de sus compatriotas. Por esta tarea, ganó un premio del Ministerio de Educación y Bellas Artes de su país en 1960.
El Dr. Oblitas Poblete centró sus investigaciones en la actual provincia Bautista Saavedra, en la frontera con el Perú, donde viven esos curanderos, para producir el libro "Cultura Callawaya". En él, describe las actividades del pueblo que vivía en aquella región, antes llamada Charazani, donde los conquistadores incas antes de la invasión española, durante la expansión de su imperio, encontraban hombres duchos en medicina, astrología, magia y ocultismo. Impresionados con las curas que realizaban y con la sabiduría que demostraban en sus prácticas místicas y misteriosas, los llevaron para Cuzco, la capital del imperio.
Tenían la obligación de tratar las enfermedades del emperador, sus descendientes y la nobleza imperial, males que eran muchos y desconocidos.
Con la resonancia de sus prácticas ocultistas, fueron admitidos a vivir en los palacios, junto a los pacientes recién curados o en tratamiento, y a usufructuar los privilegios, como el permiso especial – disputadísimo en la corte – de cargar el estandarte del inca en las ceremonias religiosas dedicadas al dios sol, o Inti Raime, solemnidad suprema realizada en el solsticio de invierno en el hemisferio sur.
Fue durante ese momento de esplendor de la cultura de los brujos indígenas que el imperio inca fue invadido por los conquistadores españoles. El comandante Francisco Pizarro y soldados montados en caballos, que los incas nunca habían visto en sus vidas, tomaron Cuzco y apresaron al emperador Atahualpa. El soberano llegó a ofrecer un salón de su palacio lleno de oro para los conquistadores a cambio de su vida. Pero Pizarro quería más, guiado por las informaciones que tenía de los inmensos tesoros incas. Atahualpa acabó muerto y sus curanderos, no teniendo nada que hacer en una corte sometida a los conquistadores, regresaron a sus tierras con sus conocimientos esotéricos y de farmacia herboraria y mineral. Retornaron hablando el místico idioma inca, que pasaron a usar en sus cultos religiosos, un lenguaje hermético para la plebe. Esto fue aumentando todavía más su prestigio, cuando usado en el transcurso de sus ritos mágicos, impresionaban mucho a sus dolientes.
El Dr. Oblitas Poblete relata comentarios, registrados en la época de la conquista, de cronistas españoles como Garcilaso de la Vega, sobre las maravillosas curas atribuídas a los callawayas – nombre que en inca y quechua quiere decir: "hombre que anda cargando su saco al hombro con hierbas, raíces, pomadas y ungüentos medicinales."
Entre las maravillas que los comentaristas escucharon y presenciaron, figuran las curas de parálisis, hemorragias, neumonía, jaquecas, heridas purulentas, ceguera por glaucoma, etc.
Recientemente, los investigadores que examinan los productos de ese arsenal de remedios de los callawayas, descubrieron que el éxito de las curas se debe a los conocimientos primitivos que tenían en el empleo de hongos como los que llevaron a descubrir la penicilina y la terramicina. Como señala el Dr. Poblete: "Hace siglos los callawayas habían descubierto rudimentos de la penicilina utilizando banana verde fermentada, o moho de una planta llamada "untu" y moho de choclo y otros vegetales que producían el "hongo milagroso medicinal". Recogidos cuidadosamente en vasos, los mezclaban y agregaban grasa de llama, obteniendo una pasta ennegrecida, que empleaban como pomada, para cicatrizar heridas cancerosas, crónicas o recién abiertas".
En cuanto a la terramicina primitiva que empleaban principalmente en la cura de las dolencias epidérmicas, sarnas y heridas encangrenadas, el Dr. Poblete señala haber visto curanderos utilizándola con éxito, en forma de cataplasma caliente o fría, a partir de un barro fermentado y de color negro, que recogían en lugares que no revelaban a nadie. Se supone que esa materia provenía de brechas con emanaciones volcánicas sulfurosas, conteniendo sustancias minerales curativas, muy comunes en la cordillera andina. "Son los efectos curativos de la tierra, la base de la terramicina"- señala el Dr. Oblitas Poblete.
Los brujos callawayas, no se limitaban a curar solo empleando hierbas, pomadas y beberajes, afirman los estudiosos. Impresionar al paciente no es solo un punto importante en sus curas, sino el principal. La tentativa comienza con la presencia misma del curandero, de fisonomía seria, vestido con trajes exóticos delante del enfermo, lo que representa, por sí solo, una manera bastante eficiente para impresionar.
Seguían las "plegarias", especie de rezos en lengua misteriosa de las cortes incas, para invocar a los dioses andinos y demás dioses de la naturaleza para la terapia psíquica que empleaban al tiempo que aplicaban los remedios. Un método de gran eficiencia, aún hoy es empleado con el mismo éxito por los "benzedores"del interior brasileño, por los "pagés"indígenas de la Amazonia y los indios de México y Estados Unidos, como se lee en los libros de Carlos Castañeda sobre las "magias de curas" del llamado Don Juan, con la utilización del alucinógeno "peyotis", un hongo recogido de un cactus en los desiertos de Arizona.
En el altiplano andino ellos conocerían el árbol de Quina del Perú (Cinchona Ledgeriana), descubriendo sus notables propiedades antitérmicas con las que curaban rápidamente fiebres pertinaces causadas por varias dolencias. Conocieron también, la Quina Amarilla Peruana (Cinchona Calisaya), que hoy es cultivada en Indonesia como fuente de la quinina. La lista es grande e incluye el descubrimiento de la genciana, planta medicinal de flores rosas y violetas de donde extraían extractos por cocimiento; o bálsamo, líquido aromático que fluye naturalmente, empleado en perfumería y como infusión narcótica en forma de aceite, para fricción y alivio del dolor y para curar heridas. Bálsamo de Perú, resina de óleo rojo empleada para combatir la bronquitis. La copaíba (Copaifera Langsdorfii), árbol frondoso, de buena madera, cuyo fruto contiene una semilla que produce un viscoso aceite medicinal.
También se menciona un tipo de sulfato derivado del cobre, con actividad antibacteriana, que era usado, entre otras enfermedades, contra la lepra.
Los curanderos callawayas hacían, y todavía hacen, los diagnósticos de sus pacientes siguiendo los males físicos causados por espíritus malignos que vagan por la naturaleza y que causan neumonía, tuberculosis, parálisis, locura, debilidad mental y física, gripes, infecciones y demás dolencias. Es una asociación entre el bien y el mal, entre el hombre y la naturaleza donde vive. Algo explicado por el chamán de "espíritu machula", esto es, las influencias extraterrenales de las divinidades que presiden picos y montañas, árboles y bosques, ríos y lagos, hielo y nieve, pastos y vientos que soplan en los valles, emanaciones de la tierra y de los volcanes, lluvias y rayos de las tempestades, que tanto pueden causar daños y males, cuanto, al contrario, traer beneficios como vigor, visto en personas fuertes, alegres y bien dispuestas. En ambos casos, fuertes y flacos – los callawayas vistos por el Dr. Oblitas Poblete irradiaban emanaciones contagiosas. El fuerte y vigoroso irradia para las personas de su alrededor los dones que posee. Lo mismo sucede con los infelices, como decimos hoy en día, los de "mala estrella", que transmiten su infelicidad a los que están próximos.
La hoja de coca se destaca en la farmacopea de estos curanderos. "Al mascar hoja de coca, con la saliva y un elemento proveniente de un cactus carbonizado, procediendo a extraer su contenido farmaco-alucinógeno, se revelan verdades insospechadas provenientes de mundos desconocidos al curandero, que parece fundirse en el cuerpo y en el alma del paciente, para descubrir sus males. El paciente pasa por el mismo proceso, revelando igualmente sus verdades, facilitando el diagnóstico y la terapia de cura"- dice el Dr. Poblete.
El mencionado investigador se refiere a los beneficios de la hoja de coca usada naturalmente por los indios para aliviar sus males, sus fatigas, y para enfrentar el hambre, el frío y la soledad del altiplano andino. Pero se transformó en una moneda de dos caras, como el ying y el yang de las religiones orientales, esto es, el bien y el mal, positivo y negativo. Por obra y arte del hombre blanco, al refinarla y transformar su extracto en poderoso alucinógeno, la coca muestra el lado perverso de la medalla.
Revista ABCFARMA Brasil