Profundidad
La luz matinal ilumina al luchador meditando.
En su mente, incluso un templo de madera es arrastrado.
¿Quién puede desafiar la profundidad del océano?
Había una vez un luchador quien, a pesar de su gran condición física, perdía la mayoría de sus combates. Consultó entrenador tras entrenador, pero nadie podía mostrarle cómo ganar. Aunque no le faltaba fuerza ni habilidad, le faltaba concentración y confianza.
Finalmente, fue a consultar a un maestro de meditación quien aceptó ayudarlo. "Tu nombre significa 'Vasto Océano', observó el maestro. Por lo tanto, te daré esta meditación a practicar."
Esa noche, el luchador se sentó solo en el altar y primero se visualizó a si mismo como olas. Gradualmente, las olas aumentaron de tamaño. Pronto, se convirtió en una inundación. Luego la inundación se convirtió en un aluvión, y finalmente en un maremoto. En su mente, todo era barrido ante él: Incluso los dioses en el altar y los maderos del templo eran consumidos en su oleada.
Cerca del amanecer, las aguas se asentaron en un vasto mar sin fin. Esa mañana, el maestro vino a chequear el progreso del luchador y quedó encantado. Supo que el luchador no perdería otra vez.
Para cada uno de nosotros, es sólo la hondura del carácter la que determina la profundidad con la que enfrentamos la vida. Podemos tanto aumentar nuestro carácter cada día, o malgastar nuestras energías en distracciones. Aquellos que aprenden cómo acumular carácter cada día logran una profundidad a la que no se puede oponerse con éxito.
La luz matinal ilumina al luchador meditando.
En su mente, incluso un templo de madera es arrastrado.
¿Quién puede desafiar la profundidad del océano?
Había una vez un luchador quien, a pesar de su gran condición física, perdía la mayoría de sus combates. Consultó entrenador tras entrenador, pero nadie podía mostrarle cómo ganar. Aunque no le faltaba fuerza ni habilidad, le faltaba concentración y confianza.
Finalmente, fue a consultar a un maestro de meditación quien aceptó ayudarlo. "Tu nombre significa 'Vasto Océano', observó el maestro. Por lo tanto, te daré esta meditación a practicar."
Esa noche, el luchador se sentó solo en el altar y primero se visualizó a si mismo como olas. Gradualmente, las olas aumentaron de tamaño. Pronto, se convirtió en una inundación. Luego la inundación se convirtió en un aluvión, y finalmente en un maremoto. En su mente, todo era barrido ante él: Incluso los dioses en el altar y los maderos del templo eran consumidos en su oleada.
Cerca del amanecer, las aguas se asentaron en un vasto mar sin fin. Esa mañana, el maestro vino a chequear el progreso del luchador y quedó encantado. Supo que el luchador no perdería otra vez.
Para cada uno de nosotros, es sólo la hondura del carácter la que determina la profundidad con la que enfrentamos la vida. Podemos tanto aumentar nuestro carácter cada día, o malgastar nuestras energías en distracciones. Aquellos que aprenden cómo acumular carácter cada día logran una profundidad a la que no se puede oponerse con éxito.