Cuando hacemos por otras personas lo que ellos deberían hacer solos, los dos nos estancamos.
Quizás es parte de la naturaleza humana crecer y cambiar solo cuando tenemos que hacerlo.
La pena persistente puede servir como motivador. Algunas veces los ultimátum son efectivos también. Pero excusar a otros o asumir sus responsabilidades, aún cuando es para su beneficio, nunca inspira cambios.
Muchos de nosotros entramos al programa porque queríamos que alguien más cambie. Ahora estamos aprendiendo a que el único cambio del que podemos estar seguros es el que podemos hacer en nosotros mismos.
Uno de los primeros cambios que podemos hacer es desprendernos de los otros: de sus opiniones, su conducta y sus responsabilidades.
Nuestra necesidad de que ellos llenen nuestras expectativas esta relacionada a nuestra inseguridad, no a la de ellos. Cada vez que predicamos o asumimos las obligaciones de los otros, debemos reconocer que estamos entorpeciendo el tan necesario crecimiento: nuestro y de ellos.
Nuestras intenciones podrían haber sido siempre buenas. Pero ha llegado el momento de que dejemos que los otros vivan sus propias vidas. Bastante tenemos con cuidarnos a nosotros mismos.
No haré la tarea de otro hoy. El crecimiento llega de cada uno de nosotros, siendo responsables por nosotros mismos.