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martes, julio 12, 2011

El árbol de la vida

¿Qué es lo que tiene un tronco que no se puede ver, ramas que ya no son verdes, incontables hojas de distintos colores y un linaje que se renueva a sí mismo?

El árbol del mundo humano

Mantente alto y orgulloso
Hunde profundamente tus raíces en la Tierra
Refleja la luz de la fuente más espléndida
Piensa a largo plazo
Aventúrate
Recuerda cuál es tu lugar entre todos los seres vivos
Acoge con alegría las estaciones cambiantes
Porque cada una produce su propia abundancia
La energía y el nacimiento de la primavera
 
 
El crecimiento y la alegría del verano
La sabiduría de soltar las hojas en otoño
La pausada y tranquila renovación del invierno

Ilan Shamir, Advice from a tree (Consejo de un árbol)

El árbol de la familia humana

El ciclo de la vida de un árbol en la naturaleza –origen, crecimiento, declive y rejuvenecimiento– ofrece una buena analogía del ciclo de la vida del árbol de la familia humana. Todas las partes de un árbol están conectadas entre sí. Algo que ocurre en una parte del árbol afecta a su totalidad. Mirar el árbol de la vida humana en la tierra hoy, prácticamente crecido del todo, es observar y comprender su viaje a través del tiempo.

La Semilla de la humanidad

La semilla de la humanidad, de la familia humana, es Dios, el Ser Supremo, la esencia de la cual crece todo el árbol de la humanidad. El tronco del árbol simboliza la era del paraíso que surge de esa Semilla perfecta –aquella época dorada antes de la historia escrita en que había unidad de creencias, culturas, idiomas y buen gobierno–; aquel período de civilización perfecta en el cual no había diferencia entre la teoría y la práctica de la conducta recta en la vida. La gente en aquella época no carecía de nada, estaba plenamente satisfecha y compartía una vida armoniosa. La cercanía del tronco a la semilla simboliza cómo, en aquella época, las almas representaban las cualidades de Dios viviendo vidas basadas en los principios de la verdad. Estas almas han quedado inmortalizadas en historias y leyendas como «dioses» y «diosas», pero pocas personas siguen comprendiendo que estos seres divinos en realidad una vez llegaron a caminar por nuestra tierra.

El árbol de la vida crece

A medida que crece el árbol, su tronco aumenta de tamaño de manera natural. De modo parecido, la población humana se expande. Aparecen más «hojas» (almas humanas individuales) en el árbol. Igual que las hojas pasan espontáneamente del estado de yema al estado de crecimiento, las deidades también se abren a una mayor implicación con el mundo físico y preocupación por el cuerpo físico –el templo del alma–. Completamente inconscientes de que están perdiendo la conciencia de su verdadera identidad, la propia alma, en el proceso, también pierden contacto con su naturaleza original de pureza, paz y verdad.

El paraíso perdido

Este cambio de conciencia comporta un marcado descenso del poder, la pureza y la capacidad de discernir lo correcto de lo erróneo. La divinidad se va. El paraíso desaparece. De pronto ocurre algo distinto a la paz y la felicidad. De pronto surgen sentimientos extraños e incómodos. De pronto afloran sentimientos de disgusto, deshonestidad, intranquilidad y falsedad. Son como insectos que roen muchas de las hojas y las acciones humanas están motivadas por algo: aumentan las exigencias de posesiones, prosperidad, posición y poder, que desencadenarán acciones humanas nefastas Las almas dejan de ser las dueñas del yo y devienen esclavas de sus deseos.

Mientras que la unidad del tronco pierde integridad, las mentes empiezan a buscar la verdad y los corazones comienzan a refugiarse en el consuelo. La memoria de Dios, la Semilla, vuelve a emerger de las profundidades de la psique humana, lo cual intensifica la búsqueda de la verdad. En respuesta a ello, las almas de los grandes profetas hacen su entrada una por una respectivamente –Abraham, Buda, Cristo y Mahoma– aportando mensajes de retorno a la honestidad, de esperanza y perdón, de conocimiento y de firmeza. El alma de cada profeta instaura la rama poderosa de una gran religión en el árbol de la familia humana. Los ideales de amor, ley, iluminación y redención ahora se manifiestan como diferencias fundamentales de planteamiento.

El desconcierto y la confusión

Brotan muchas hojas nuevas de las ramas a medida que la familia humana aumenta radicalmente de tamaño. El desconcierto y la confusión siguen mientras la búsqueda de la autorrealización y la verdad da lugar a creencias y formas de pensar divergentes. Cada rama principal se diversifica en ramas y ramitas más pequeñas. Aparecen cultos e “ismos”. Entretanto, en el tronco principal de la humanidad, la adoración por la naturaleza y los seres humanos como gurús adquiere fuerza. Ahora, la familia humana se divide según el color, la raza, la religión y la ideología. Asimismo, impera un desorden cada vez mayor que se ve reflejado en un incremento de los desastres naturales, las enfermedades físicas y mentales, la pobreza y las muertes prematuras.

El árbol alcanza sus límites de crecimiento

En este estado de desasosiego constante cada vez hay más personas que se vuelven hacia Dios, pero sin saber quién es en realidad o qué es lo que hace, también surgen dudas acerca de Su verdadera existencia. La búsqueda de la verdad aparece para centrarse exclusivamente en la evidencia física, dando lugar a fantásticos avances en la ciencia y la tecnología. Pronto prolifera la fe en la veracidad y el poder de la ciencia al tiempo que la religión y la filosofía se hacen materialistas y se politizan. Mientras, entre las ramas, la fe se convierte en fundamentalismo a la vez que los que se aferran con tenacidad a las creencias tradicionales se sienten obligados a defender con violencia sus puntos de vista. La religión, el idioma y la cultura se han alejado mucho de sus verdaderas raíces en la divinidad.

El árbol alcanza sus límites de crecimiento. Las raíces se encuentran en un estado de deterioro total, el tronco apenas se vislumbra en medio de una maraña de ramas que se comban. Cada alma cuelga desamparada, como una hoja abandonada en una ramita de un árbol en invierno.

Dios, la Semilla, regenera el árbol

Pero antes de que la vida anterior muera, la Semilla, el Creador del árbol, genera vida nueva. Dios, la Semilla del árbol de la familia humana, revela que lo que fue puede volver a ser. Despertadas por la venida de esta Semilla, y encontrando fortaleza y mantenimiento al crear una relación renovada con Ésta, las almas se convierten en raíces creadoras de las que puede surgir un nuevo árbol joven. Empieza la regeneración de la familia humana.

Medita profundamente y visualízate como un alma de la raíz sentada junto a Dios, la Semilla de nuestra familia humana. Extrae de esta Semilla la esencia eterna de todo lo que se puede conseguir en la vida. Quédate bajo la copa del conocimiento de nuestro árbol de la familia humana y todos tus deseos puros se cumplirán.