Hay un sabio principio de la navegación que reza: “No importa cómo soplan los vientos, sino cómo uno ubique las velas. En el mismo mar y con las mismas condiciones climáticas dos barcos a vela pueden dirigirse en direcciones opuestas.” Del mismo modo, lo primordial ante el insulto no es el agravio recibido, sino la forma en que respondemos a él. Y lo podemos hacer de dos grandes modos
1) Nos ubicamos como espectadores, nos sentimos víctimas y reaccionamos con violencia. A su vez, siendo espectadores, podemos ser pasivos o activos. En el primer caso, estamos llenos de ira, pero nos sentimos impotentes de reaccionar (las personas que proceden así tienen tendencia a la depresión, al cáncer, a las enfermedades auto inmunes e infecciosas y a la diabetes). En el segundo caso, descargamos nuestra ira y, a la violencia recibida, oponemos más violencia (las personas que proceden así tienen tendencia a las enfermedades cardiovasculares). Como aquel hombre que se autodefinía como pacifista porque odiaba la guerra, sin advertir que así la fomentaba. Ambas variantes constituyen respuestas estereotipadas y fútiles.
2) Nos ubicamos como protagonistas y asumimos con conciencia la responsabilidad de gobernar la situación que nos toca vivir, abordando la situación desde alguno de los siguientes enfoques:
1. Enfoque desde la ACEPTACIÓN:
Aceptar y recibir el hecho del insulto tal cual es, sin por ello estar de acuerdo con su contenido.
2. Enfoque desde la SERENIDAD:
Advertir que no tiene sentido perder la razón ante alguien que, al insultarnos, ya demostró haberla perdido.
3. Enfoque desde la COMPRENSIÓN:
El que insulta está fuera de sí, enceguecido momentáneamente por su ira y sumergido en problemas que no ha podido resolver. O bien se siente víctima de alguna injusticia, o bien conoce su falta, pero usa el ataque como defensa. En el fondo es una persona que sufre y se siente desvalido o impotente por lo que, en el fondo, está necesitado de ayuda y contención afectiva. De este modo, permanecemos serenos e íntegros, al no dejarnos arrastrar por la ira del otro y, a la vez, tendemos una mano solidaria hacia el que la necesita.
4. Enfoque desde la PRUDENCIA:
Advertimos que, lo que aparentemente es un ataque nuestra integridad y nos podría herir (como el insulto), se diluye y desvanece en lo que realmente es: una opinión adversa sobre lo que aparentamos ser, y no necesariamente sobre lo que somos.
5. Enfoque desde la PAZ:
Si permanecemos serenos ante el insulto, con nuestra actitud, disolvemos al instante cualquier agravio o calumnia.
6. Enfoque desde la CARIDAD:
Si puedo amar y estar en paz cuando me ofenden no solo me beneficio sino que también beneficio a los demás. Irradiando calma colaboro y contribuyo a que los otros se pacifiquen.
7. Enfoque desde la CONCIENCIA:
Si el que me insulta está expresando una verdad sobre mí, aunque de modo inadecuado, aprovecho la oportunidad de tomar conciencia de ello y así poder superarme. Si el agravio no responde a la verdad, entonces no soy quién el otro cree que soy, en cuyo caso no existe motivo alguno para preocuparme.
8. Enfoque desde la REFLEXIÓN:
Permite tomar distancia para examinar el problema con más claridad y evitar caer en un arrebato de ira.
9. Enfoque desde la APELACIÓN:
Permite consultar a la conciencia y que ésta sea la guía de nuestra conducta. Es más fácil devolver una trompada que guardar el puño cerrado en el bolsillo, pero sólo de esta forma se podrá inmovilizar al atacante.
10. Enfoque desde el HUMOR:
Es un excelente neutralizador del ácido del insulto. Una mujer conduce su automóvil mientras otro conductor la increpa haciendo referencia a su madre. Ella, con calma, baja su ventanilla y le pregunta: ¿Nos conocemos?.
11. Enfoque desde la ESTRATEGIA:
La mejor estrategia es la que el adversario no espera. Y cuando alguien insulta espera que el otro reaccione con enojo. Permanecer en calma no sólo nos permite gobernar la situación, sino además desarmar al contrincante y sembrar la semilla de la duda en el campo de sus creencias.
12. Enfoque desde la JUSTICIA:
El que insulta, aunque de mal modo, está efectuando un reclamo. Cabe entonces reconocerle el derecho que le corresponda (el cual no necesariamente puede coincidir con el que exige) o bien, defender el propio.
13. Enfoque desde la TEMPLANZA:
Tanto el que insulta como el que se ofende y reacciona han perdido el control sobre sus pasiones.
14. Enfoque desde la TRASCENDENCIA:
Permite tomar distancia con la situación, salir de la misma y observarla desde afuera.
15. Enfoque desde la LEY DE TERCIOS:
Más allá de lo mal o bien que hagamos las cosas, todos contamos con adherentes, indecisos y opositores, en cantidades iguales. Al tercio a favor hay que nutrirlo, al tercio fluctuante hay que seducirlo y al tercio en contra hay que saber gobernarlo. El tercio en contra es indispensable para nuestro crecimiento (los dos errores más frecuentes son intentar conquistarlo o combatirlo). Cuanto más luchamos contra el tercio en contra más lo fortificamos. Si el que me insulta pertenece a mi tercio en contra no vale la pena hacer nada pues es imposible agradar a todos, así como no es posible que todos me agraden.
16. Enfoque desde la COMPETENCIA:
El adversario, al igual que el suelo, no es nuestro enemigo sino nuestro aliado. Ambos, al oponer resistencia, nos dan la posibilidad de afirmarnos y avanzar en el camino.
17. Enfoque desde la HUMILDAD:
Desde la humildad no aparentamos más de lo que somos pero somos más de lo que aparentamos. Así, el insulto es la oportunidad para recordar que el otro es más que lo que está mostrando con su arrebato.
18. Enfoque desde la SABIDURÍA:
Desde la sabiduría se absorbe el impacto del insulto, como el adulto absorbe el golpe de un bebé. Asimila el agravio y lo transforma, devolviéndolo en una sana convivencia.
19. Enfoque desde la RESPONSABILIDAD:
Somos a la vez tan responsables de dejarnos arrastrar por la ira y la furia cuando alguien nos insulta como de dar una respuesta sana, sensata y justa.
20. Enfoque desde la LIBERTAD:
Al responder al insulto con violencia salimos de nuestra órbita y perdemos nuestro auto dominio. Soy libre de responder con serenidad siendo constructivo pero soy esclavo de reaccionar con ira siendo destructivo.
(*) Extraído del texto homónimo de Gabriel Jorge Castellá (C)