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domingo, junio 26, 2011

El maestro y el discipulo




282
 
   Este anhelo de deificar a los Maestros, que es tan común entre los discípulos de la India, no puede tener cabida entre los discípulos de la filosofía. Al Maestro lo consideramos un hombre: un hombre que nos incita a buscar lo mejor, inspira nuestro auto—mejoramiento y nos guía hacia la Verdad. Pero todavía es un hombre al que hay que respetar, no un dios al que hay que adorar. Tiene sus imperfecciones.
 
283
 
   ¡Cuán honrado fue aquel célebre sabio, llamado Sócrates, cuando dijo lo que tan pocos  gurúes dijeron! Así concluyó su respuesta a Jenofonte, por un pedido de consejo sobre cierto asunto: —Pero mi opinión es sólo la de un hombre.
 
284
 
   No me corresponde dar a conocer asuntos que sólo suscitarían muy inútilmente una controversia sobre la historia pasada. Pero cometería una grave omisión si no cumpliese mi deber de advertir que la perfección humana no existe; que las figuras famosas de la historia, la política, la guerra, el gobierno, la literatura, la religión, la mística y el arte cometieron errores de juicio, noción o doctrina; y que estos errores sólo los conocen unos pocos en cada caso, y es probable que la posteridad no los conozca jamás. Un hombre puede ganar una guerra al conducir a su pueblo hacia la victoria final pero, de paso, puede haber cometido errores que otros tuvieron que pagar muy caro. Un Maestro puede ser un iluminado en lo espiritual, más un inexperto en lo personal; y sus opiniones sobre temas con los que no esté familiarizado puede ser que no tengan mucho valor. 
 
285
 
   Mientras a un hombre se lo convierta en un dios, se lo adore como tal y se lo considere Perfecto y sin defectos, las propias deficiencias de los que están en esto, o sea, de ese hombre y de quienes lo sigan, lo partan de la meta filosófica.
 
286
 
   El Maestro tenía sus insuficiencias o flaquezas, como todos las tenemos, pero también lo que pocos de nosotros tenemos; un contacto directo con el Yo Superior.
 
287
 
  ¿Dónde está el hombre que sea lo bastante sabio como para dar a todos los demás guía espiritual, consejo personal, asesoramiento matrimonial y predicción del futuro? ¿Quién, de un vistazo, lo sabe todo acerca de usted, como ya lo sabe todo acerca de Dios y del universo? No busquemos fantasías que sean producto de nuestros deseos y veamos a los humanos como humanos.
 
288
 
   Que el individuo no espere hallar perfección en mortal alguno. Que se contente con encontrar a alguien que haya desarrollado tanto su espiritualidad como para ser digno de conducir a quienes todavía están muy rezagados.
 
289
 
   No hay hombre sin sus defectos: es una quimera que el ser humano perfecto exista en nuestro planeta. ¡Por eso, los discípulos que en todas las cosas copian servilmente a su guru pueden estar copiando también sus defectos!
 
290
 
  ¿Dónde ha de encontrase a semejante Maestro, a semejante dechado de virtud, sabiduría, fortalece y piedad? Por donde miremos ningún hombre concreta el ideal, y todos muestran imperfecciones o delatan flaquezas. El sabio ideal, y todos muestran imperfecciones o delatan flaquezas. El sabio ideal descrito en los libros filosóficos (a diferencia de los textos místicos) no ha nacido en nuestra época por más que lo haya hecho en la antigüedad.
 
291
 
   Se acercan a ese hombre con cierto pavor, si es que no lo hacen con cierta reverencia. Esto puede ser justificable o no: en primer lugar, de su estado de ánimo.
 
292
 
   Se necesitan ojos despejados para ver la verdad acerca de estos Maestros espirituales, ojos que ni los fervorosos adeptos ni los críticos intolerantes poseen.
 
293
 
   Son mayoría las personas que, simplemente, no son competentes para escoger de manera adecuada a un guru; son gobernadas por apariencias externas, impresiones físicas y reacciones emocionales.
 
294
 
   La Búsqueda de un Maestro ideal puede obstruirse tanto por una actitud excesivamente crítica como por una actitud sentimental en exceso. Por divinamente inspirado que esté en sus mejores momentos, el Maestro deberá seguir todavía enteramente humano, de muchos modos, la mayor parte del tiempo.
 
295
 
   Quienes se formaron imágenes románticas y grandiosas o milagrosas sobre la apariencia de un Maestro o sobre lo que buscan en un hombre antes de que puedan aceptarlo como Maestro, se condenan a una frustración y se aseguran una desilusión. Porque todavía no comprenden en qué consiste realmente ser un Maestro, y por eso todavía no son aptos para que un Maestro los instruya personalmente.
 
296
 
   Se lo mira de reojo si no está vinculado con alguna entidad religiosa, con alguna tradición mística o con alguna intuición o monasterio. Porque, ¿quién o qué ha de convalidar lo “correcto” de su enseñanza y la acreditación del hombre mismo? Buscan una doctrina que sea “oficial” y a un revelador certificado por “autoridad”.
 
297
 
   El hombre que busca un Maestro del que espera aceptar perfectamente su visión cosmogónica, su pensamiento expreso y su conducta, busca lo imposible. No busca una enseñanza que esté sujeta a refutación mediante conocimiento científico; con todo, no quiere limitarse meramente a ese conocimiento. 
 
298
 
   Si su preconcepto sobre un Maestro es erróneo, como es probable que lo sea por la ridícula caricatura esbozada por cultos y libros populares, tal vez él no pueda reconocer a un Maestro real aunque se encuentre con uno. En lugar de ello, habrá una lucha interior. Sufrirá la agonía de la indecisión mental o moral.
 
299
 
   Quizás parezca frío e inasequible según sea lo que sientan quienes, equivocadamente, lo consideran un clérigo glorificado.
 
300
 
   Ve una imagen que él mismo creó, no la realidad del otro hombre. Sólo mediante estrecha asociación con él, bajo el mismo techo, le será posible averiguar cuán diferente es la imagen de la persona a la que  supuestamente representa. La primera es una criatura perfecta, pero imposible. La segunda es una criatura humana.

301
 
   Es comprensible y hasta disculpable que los débiles, los neuróticos, los desdichados o los no desarrollados, los inocentes y los inexpertos busquen la imagen de un padre que soporte todos sus agobios materiales y espirituales. Tienen derecho a hacerlo. Pero deberían buscarlo dentro de círculos religiosos o místicos, no dentro de círculo filosófico.
 
302
 
   El error que tanto buscadores cometen al acercarse a ese hombre es pedirle que les enseñe con los términos de ellos y con la modalidad de ellos, no según los términos y la modalidad de ese hombre.
 
303
 
   Si no tiene la apariencia que ellos crean que él debe tener o que esperan que tenga, ésa es otra causa de agravio. Culpan a la realidad —no se culpan ellos mismos— porque defrauda a la fantasía.
 
304
 
   Usted no ve al Maestro cuando ve el cuerpo de éste. No lo conoce cuando conoce su apariencia. No lo ama si sólo le atrae la gallarda apariencia de él. El Maestro real está en la mente de éste.
 
305
 
   El nivel espiritual de un hombre no se revela inmediatamente a nadie que mire su cuerpo físico. Y no sólo esto, pues si ese cuerpo físico es feo, deforme o senil, la repulsión puede hacer que se interprete de manera completamente errónea la naturaleza interior de ese hombre.
 
306
 
   Quienes rechazan la Verdad por la repulsividad exterior del portador de ésta, lo hacen por razones acertadas, o sea, porque no están preparados para recibirla. Quienes aceptan la Verdad por el atractivo exterior del portador de ésta, lo hacen por razones erróneas, o sea, porque no la recibieron para nada. Y esto porque, en ambos casos, no es la mente ni el corazón a los que apelaron sino a los sentidos. Ni la razón, ni la intuición, ni la experiencia suficiente ni la autoridad suficiente son los que juzgaron el testimonio respecto de la verdad sino la vista, el oído y el tacto corporales.
 
307
 
   Los rasgos personales del guía espiritual tal vez repelen al buscador. Pero si no dispone de otro que tenga el mismo conocimiento, el deber del buscador es reprimir sus rechazos y establecer la relación de discípulo. Si no lo hace, entonces paga muy caro el entregarse a la emoción personal y a la superficialidad de sus sentidos.
 
308
 
   Si un Maestro estuviera caminando por la calle, ni siquiera lo reconocerán necesariamente quienes lo están buscando y leyeron todos los libros sobre él.
 
309
 
   Es mucho menos probable que la mayoría piense que un hombre corrientemente vestido, bien afeitado y con el cabello de un largo normal pueda
Ser un adepto, a que lo sea un hombre de histriónica apariencia, vestido llamativamente.
 
310
 
   El triunfador, en su vida de mundo, suele tratar de impresionar a los demás con sus triunfos, pero en la vida espiritual, un hombre modesto puede ser un gran Maestro.