Madurez
La inmortalidad no engendra sabiduría.
Sólo la mortalidad engendra madurez.
Hay personas en este mundo que han tenido suficientes aventuras para varias vidas. Son lo más cercano a lo que podemos concebir como inmortales. Sin embargo algunas de estas personas son irremediablemente inmaduras. Después de todo, cada vez que la vida se les puso difícil, cambiaron el rumbo y por suerte el nuevo sendero fue siempre rico y fructífero. La vida venía tan fácil que se sirvieron más de una porción.
Desafortunadamente, la madurez sólo llega de la amenaza de la mortalidad. El éxito sólo viene de la amenaza del fracaso. Sin presiones, no planificaríamos, no utilizaríamos la sabiduría, ni ejercitaríamos el cuidado. Nos damos cuenta de que sólo tenemos un tiempo muy corto para conseguir un logro, para probar que nuestra existencia valió la pena, y por eso nos esforzamos más duramente. Un inmortal nunca puede concebir semejante esfuerzo.
Sería bueno si nuestras tradiciones religiosas nos proporcionaran un camino infalible a través de la vida. Después de todo, vivimos un tanto fortuitamente: Nuestras vidas son un tapiz tejido tanto de equivocaciones como de éxitos. La religión no siempre nos proporciona una patrón significativo. Tenemos que tomar nuestras decisiones lo mejor que podemos, y a medida que maduramos, podemos ver mejor nuestro camino.
La muerte nos motiva. Nos asusta el fracaso. Tenemos que hacer las paces con este mundo misterioso, a veces hostil. Un inmortal no necesita enfrentarse con nada de esto. Pero nosotros los mortales debemos hacerlo, y debemos esforzarnos por hacer una buena actuación para nosotros mismos.
La inmortalidad no engendra sabiduría.
Sólo la mortalidad engendra madurez.
Hay personas en este mundo que han tenido suficientes aventuras para varias vidas. Son lo más cercano a lo que podemos concebir como inmortales. Sin embargo algunas de estas personas son irremediablemente inmaduras. Después de todo, cada vez que la vida se les puso difícil, cambiaron el rumbo y por suerte el nuevo sendero fue siempre rico y fructífero. La vida venía tan fácil que se sirvieron más de una porción.
Desafortunadamente, la madurez sólo llega de la amenaza de la mortalidad. El éxito sólo viene de la amenaza del fracaso. Sin presiones, no planificaríamos, no utilizaríamos la sabiduría, ni ejercitaríamos el cuidado. Nos damos cuenta de que sólo tenemos un tiempo muy corto para conseguir un logro, para probar que nuestra existencia valió la pena, y por eso nos esforzamos más duramente. Un inmortal nunca puede concebir semejante esfuerzo.
Sería bueno si nuestras tradiciones religiosas nos proporcionaran un camino infalible a través de la vida. Después de todo, vivimos un tanto fortuitamente: Nuestras vidas son un tapiz tejido tanto de equivocaciones como de éxitos. La religión no siempre nos proporciona una patrón significativo. Tenemos que tomar nuestras decisiones lo mejor que podemos, y a medida que maduramos, podemos ver mejor nuestro camino.
La muerte nos motiva. Nos asusta el fracaso. Tenemos que hacer las paces con este mundo misterioso, a veces hostil. Un inmortal no necesita enfrentarse con nada de esto. Pero nosotros los mortales debemos hacerlo, y debemos esforzarnos por hacer una buena actuación para nosotros mismos.
Unicidad
Si derribo las murallas, estaré rodeado
Por el jardín.
Si rompo el dique, el agua me inundará.
La meditación no ha de estar separada de la vida.
La tarea de seguir el Tao es la de cesar las distinciones entre uno mismo y el mundo exterior. Es sólo por conveniencia el que etiquetemos cosas internas y externas, subjetivas y objetivas. En verdad, es sólo en las etapas elementales que deberíamos hablar de un Tao que seguir. Porque la verdadera iluminación es darse cuenta de no de que hay un Tao para seguir, sino que nosotros mismos somos Tao.
Esa comprensión llega después del simple quiebre de una pared, la demolición de la noción equivocada de que hay algo inherente en esta vida que nos separa del Tao. Una vez que la pared se ha roto, somos inundados por el Tao. Somos Tao.
¿Continuamos meditando una vez que hemos llegado a entender esto? Lo seguimos haciendo, pero ya no es una actividad aislada y solitaria. Es una parte de la vida, tan natural como respirar. Cuando puedes llegar a la comprensión de que no hay diferencia entre tú y el Tao y que no hay diferencia entre la meditación y las actividades “comunes”, estás entonces bien encaminado para ser uno con el Tao.
Si derribo las murallas, estaré rodeado
Por el jardín.
Si rompo el dique, el agua me inundará.
La meditación no ha de estar separada de la vida.
La tarea de seguir el Tao es la de cesar las distinciones entre uno mismo y el mundo exterior. Es sólo por conveniencia el que etiquetemos cosas internas y externas, subjetivas y objetivas. En verdad, es sólo en las etapas elementales que deberíamos hablar de un Tao que seguir. Porque la verdadera iluminación es darse cuenta de no de que hay un Tao para seguir, sino que nosotros mismos somos Tao.
Esa comprensión llega después del simple quiebre de una pared, la demolición de la noción equivocada de que hay algo inherente en esta vida que nos separa del Tao. Una vez que la pared se ha roto, somos inundados por el Tao. Somos Tao.
¿Continuamos meditando una vez que hemos llegado a entender esto? Lo seguimos haciendo, pero ya no es una actividad aislada y solitaria. Es una parte de la vida, tan natural como respirar. Cuando puedes llegar a la comprensión de que no hay diferencia entre tú y el Tao y que no hay diferencia entre la meditación y las actividades “comunes”, estás entonces bien encaminado para ser uno con el Tao.
La capacidad humana es la misma para todos. Todos tenemos el poder del pensamiento.
Si contamos, además, con el poder de la voluntad, tendremos la capacidad de hacer lo que deseemos. Entonces podremos decir que somos nuestros propios amos.
"El Pequeño Libro de Sabiduría del Dalai Lama"
Un proverbio indio dice: " Si te alcanza una flecha envenenada, es importante en primer lugar arrancarla. No hay tiempo de preguntarse quien la ha disparado, de que tipo de veneno se trata, etc. Resolvamos en primer lugar el problema inmediato, e investiguemos más tarde".
Deberíamos poner término a todas las actividades negativas y concentrar nuestros esfuerzos en el hecho de acumular acciones sanas.
Se dice que si uno consagra y dedica su propio cuerpo y sus posesiones (así como todas sus virtudes) al beneficio de los demás, cuando las utiliza hay que hacer como si las tomara prestadas de otros, y para su beneficio.
El budismo concierne fundamentalmente al espíritu. Nuestras acciones físicas y verbales no juegan más que un papel secundario.
La ignorancia (el hecho de creer que las cosas existen tal como parecen, independientemente y con autonomía total, sin depender de unas causas precisas), es la raíz de las ilusiones.