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jueves, mayo 19, 2011

FLORECITAS DEL CORAZÓN


Por Rubén Cedeño



Selección, simplificación, síntesis y adaptación de algunas de las “Florecitas” de Francisco, para que hagamos el esfuerzo, como personas espirituales de vivir de acuerdo a ellas.

1. Dejemos pasar pacientemente toda injuria y escarnio, como sordos y mudos.

2. Pongamos todas nuestras esperanzas en Dios, y nuestras intenciones, en predicar la Enseñanza Espiritual.

3. No dejemos a Dios por ninguna criatura.

4. Cuidemos que nuestra soberbia y apegos a personas no nos haga acabar fuera de la Enseñanza Espiritual.

5. Es preferible sufrir vergüenzas y oprobios por el Cristo, que recibir honores del mundo o reverencias y alabanzas vanas.
 
6. Andemos por el mundo como peregrinos y extranjeros, sin llevar con nosotros más que el Cristo.

7. Al ser verdaderos ramos de la verdadera vid, que es el Cristo, produciremos grandes y buenos frutos en las Almas que ganamos para Dios.

8. La verdadera felicidad está, si llegamos al grupo mojados por la lluvia, helados por el frío, enfangados de lodo, afligidos de hambre, y no nos reconocen, nos tratan como malhechores, nos acusan de ir por el mundo engañando y robando las limosnas de los pobres, y nos echan, dejándonos toda la noche en la nieve y el agua, con frío y hambre, y nosotros aguantamos pacientemente esas injurias, crueldades y rechazos, sin tribulación ni murmuración, perdonándolos, y pensando humilde y caritativamente que ellos tienen razón, nos conocen verdaderamente, y que no merecemos ningún halago. Si después de este rechazo volvemos al grupo y nos rechazan por segunda vez como vagabundos importunos, nos tratan como ladronzuelos y bellacos, y una vez más aguantamos pacientemente, con alegría y buen humor; si obligados por el hambre, el frío y la noche, volvemos a llamar por tercera vez y nos caen a palos, revolcándonos en la nieve, y nosotros aguantamos pacientemente volviendo a perdonar; esto es vencerse a sí mismo. No nos vanagloriemos de los dones y virtudes que tenemos, porque es Dios quien nos los da y no son nuestros, son de Dios; pero el desprecio, rechazo, crítica y nuestro perdón, sí son nuestros.