El maestro daba en el blanco aún con los ojos vendados; Herrigel fallaba aún mirando el blanco; la diferencia estaba en el objetivo de cada uno.
El maestro y Herrigel perseguían la misma meta, dar en el blanco, pero sus concentraciones estaban puestas en objetivos diferentes, es decir, sus objetos de atención eran diferentes.
Y esos objetivos implicaban la dimensión temporal.
El maestro acertaba porque su objeto de concentración no era el blanco, sino su propia presencia y su actitud.
Su mente estaba alerta, su atención estaba puesta en cada movimiento, en cada centímetro de la piel.
La presencia de su ser era total en su estar presente. Herrigel fallaba porque su objetivo de concentración estaba muy lejos de sí mismo. Su objetivo estaba en el futuro.
Herrigel fallaba porque confundía meta con objetivo; ponía su concentración en lo que todavía no era, descuidando lo que en el presente cuenta para poder alcanzar la meta: su presencia, su actitud, su poder.
Herrigel fallaba porque confundía meta con objetivo; ponía su concentración en lo que todavía no era, descuidando lo que en el presente cuenta para poder alcanzar la meta: su presencia, su actitud, su poder.
Herrigel se desesperaba con cada fracaso, su agitación aumentaba y la posibilidad de éxito se alejaba cada vez más.
El maestro sabía cuál era la meta y todo su goce estaba centrado en el arte de hacer, en la realización de la perfección presente, en el placer de ejecutar bellamente cada movimiento. Ese goce presente lo liberaba de la ansiedad futura.
Se trata de cuidar el presente y dejar que el futuro emerja de él como una flor.
El maestro sabía cuál era la meta y todo su goce estaba centrado en el arte de hacer, en la realización de la perfección presente, en el placer de ejecutar bellamente cada movimiento. Ese goce presente lo liberaba de la ansiedad futura.
Se trata de cuidar el presente y dejar que el futuro emerja de él como una flor.
El maestro zen enseña que no corresponde hacer el futuro desde el futuro.
El futuro se construye siempre desde el presente, que es el único momento en que estamos vivos.
Budismo Zen