Dedicación de la Basílica patriarcal. Indulgencia plenaria del Perdón de Asís.
El Seráfico Padre San Francisco por su singular amor a la Bienaventurada Virgen María, tuvo siempre particular cuidado de esta capillita dedicada a Santa María de los Angeles, llamada también Porciúncula. Aquí fundó la Orden de los Hermanos Menores y fijó una morada estable para sus Hermanos; aquí dio comienzo con Santa Clara a la Segunda Orden de las Clarisas, aquí recibió a los hermanos y hermanas de la penitencia de la Tercera Orden que llegaban a él de todas partes. Aquí concluyó el curso de su vida admirable, que mejor se habría de cantar en la gloria del cielo.
Para esta capilla el Santo fundador obtuvo del papa Honorio III la célebre indulgencia llamada también del Perdón de Asís, que los Sumos Pontífices confirmaron sucesivamente y extendieron a numerosas otras iglesias. Por estos gloriosos recuerdos la Orden Seráfica celebra con gozo la fiesta de Santa María de los Angeles.
La narración del gran acontecimiento del Perdón de Asís nos afirma que una noche de julio de 1216 el Santo Pobrecillo estaba en la Porciúncula absorto en oración por los pobres pecadores. Cuando de repente una gran luz iluminó la pobre iglesita y sobre el altar aparecieron Jesús y María entre un coro de Angeles. Jesús le habló así: “Francisco, me has rogado tanto por los pobres pecadores y he venido a ti: ahora, por su salvación puedes pedirme la gracia que más desees”. Respondió San Francisco entre lágrimas: “Oh Señor, yo no soy más que un pobre pecador, pero de todos modos te pido, oh Jesús, que a todos los que, arrepentidos y confesados, vengan a visitar esta iglesita, les concedas un perdón general de sus culpas”. Sonrió dulcemente Jesús y sonrió María. Entonces Francisco se dirigió a María y le habló así: “Oh celestial abogada del género humano, yo te ruego obtener de tu divino Hijo esta grandísima gracia”. La Virgen habló a su Hijo y Jesús respondió así: “Hermano Francisco, realmente es grande la gracia que me pides, pero eres digno aun de mayores gracias y las tendrás; por tanto acojo tu oración, con la condición de que vayas a mi Vicario en la tierra a pedirle de mi parte esta indulgencia”. El Pontífice muy gustoso condescendió a los deseos de Jesús, y por tres veces le repitió la concesión. Francisco comunicó la gran Indulgencia del Perdón a la inmensa turba que el 2 de agosto de 1216 se reunió en Santa María de los Angeles, comenzando con aquellas memorables palabras: “Quiero enviaros a todos al Paraíso!”.
Con frecuencia decía San Francisco a sus Hermanos: “Guardaos, hermanos, de abandonar este lugar, si os arrojan por una parte, volved a entrar por otra. Este lugar es verdaderamente santo, habitado por Dios. Aquí el Señor multiplicó nuestro pequeño número y aquí iluminó los corazones de sus pobres con la luz de su divina sabiduría.