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sábado, agosto 27, 2011

Meditaciones diarias

 

Puesto que somos impermanentes, ¿qué valor tiene estar tan unido a los demás, que también lo son?
¿Vale la pena verdaderamente enfadarse con ellos?
Tomemos el tiempo necesario para reflexionar sobre ésto e interrumpamos la corriente de la adhesión y la aversión.
"El Pequeño Libro de Sabiduría del Dalai Lama"
 

No debemos sentirnos apegados a los placeres efímeros.
Sólo las personas ignorantes y confusas pasan su tiempo amasando posesiones.
Acaban por sufrir mil veces, mientras buscan la felicidad. 

En los lugares apartados se puede meditar con una concentración aguda, liberada de inquietudes personales y de todo apego.
Entonces es cuando los pensamientos y las enseñanzas del Buda vienen de forma natural al espíritu.

Aquél que tiene buenos pensamientos hace mucho para ayudar a los demás, y deja tras de sí buenos recuerdos. Es respetado en todo el mundo, sin que nadie se preocupe de saber si es religioso o no.
En el otro extremo, la ignorancia, la arrogancia y la obstinación de ciertos individuos, sean sus intenciones buenas o malas, han sido el origen de todas las tragedias de la historia

Cuando intentamos proteger nuestro cuerpo protegemos también algunas de sus partes, como por ejemplo las manos y los pies.
Del mismo modo, dado que la felicidad y el sufrimiento de los demás son los mismos que los nuestros, debemos alejarlos de la desgracia como lo haríamos por nosotros mismos

Cuando decidimos encauzar nuestra cólera o nuestro odio, no basta con hacer un voto piadoso. Aunque ésto pueda ayudar, el simple deseo no nos llevará demasiado lejos.
Debemos hacer un esfuerzo para seguir una disciplina asumida con plena conciencia. Debemos aplicarla a todos los momentos de nuestra vida para reducir la fuerza de nuestra cólera y reforzar su contrario, el altruísmo.
Tal es la vía para disciplinar el espíritu. 

Cuando nuestro espíritu se halla alterado y estamos excitados sobreviene la agitación.
El antídoto para remediarla consiste en encontrar el medio de llevar esa excitación a un nivel mayor de sobriedad.
Debemos tener en mente pensamientos e ideas que habitualmente tienen un efecto apaciguador, como la muerte y la naturaleza transitoria de la vida o bien el aspecto fundamentalmente insatisfactorio de la existencia humana.

Todo lo que engendra el desastre o que nos hiere debería considerarse "enemigo". El enemigo último se halla pues finalmente en nosotros mismos. Por éso las cosas son tan difíciles.
Si nuestro enemigo se encuentra en el exterior, podemos intentar huir de él o escondernos. Algunas veces incluso podemos engañarle.
Pero si el enemigo está en nosotros mismos, resulta muy difícil actuar.
Por eso la cuestión crítica, para un practicante espiritual, es saber si resulta o no posible vencer a ese enemigo invisible.
Ahí está el principal desafío que se ofrece a cada uno de nosotros

¿Qué es lo más importante?
Desde un punto de vista simplemente numérico, si queremos ser buenos jugadores, debemos aceptar que el interés de los demás sea más importante que el nuestro.
Concretamente, sabemos que las cuestiones que afectan a más personas generalmente están dotadas de un mayor significado que las que afectan a menos

Aunque estemos poco iluminados, nuestra vida está tan imbricada con la de los demás que no podemos imponernos en tanto que individuos aislados.
Del mismo modo, cuando seguimos una trayectoria espiritual, numerosas realizaciones dependen de nuestra interacción con los demás, de tal modo que incluso ahí los demás siguen siendo indispensables.
Y aunque alcancemos el estado más elevado de Iluminación, nuestras actividades "iluminadas" lo son en beneficio de los demás.
En efecto, las actividades de Despertar y de Iluminación se producen espontáneamente en virtud del hecho de que los otros existen, de tal modo que se hacen indispensables.