"Habiendo alcanzado así las cumbres del poder terrenal y del goce sensorial, el Nacido del Loto comprendió la naturaleza ilusoria e imperfecta de todas las cosas terrenales. Y recordando la Gran Renunciación del Señor Budha, anunció al Rey Padre su intención de abdicar del trono e ingresar en el sacerdocio. Ante la oposición del Rey, le dijo: "si no me permites abrazar la religión, moriré aquí ante tu misma presencia"; y se hirió en el acto el costado derecho con una daga, aparentemente con la intención de terminar con su vida. Temiendo que el príncipe Nacido del Loto cumpliera con su amenaza, el viejo Rey pensó: "es preferible permitirle ingresar en el sacerdocio que verlo morir". Ni las súplicas de los ministros de estado, ni los especiales ruegos del amigo íntimo del rey, "Luz Dorada", que había sido mandado a buscar a propósito desde Singala, ni los lamentos de las quinientas reinas apartaron al Nacido de Loto de su firme resolución. Por eso se le llamó desde entonces "el Irreductible Rey Dorje".
En medio de las lágrimas, las reinas dijeron al Nacido del Loto , cuando éste iba a marcharse de su lado: "Tú, Nuestro Señor, eres como los ojos bajo nuestra frente. Ni por un momento podemos apartarnos de ti. ¿Nos abandonarás como si fuéramos cadáveres en un cementerio? Invítanos a ir adonde quiera que vayas; de lo contrario, pareceremos perras sin dueño. ¿No te apiadas de nosotras?.
En medio de las lágrimas, las reinas dijeron al Nacido del Loto , cuando éste iba a marcharse de su lado: "Tú, Nuestro Señor, eres como los ojos bajo nuestra frente. Ni por un momento podemos apartarnos de ti. ¿Nos abandonarás como si fuéramos cadáveres en un cementerio? Invítanos a ir adonde quiera que vayas; de lo contrario, pareceremos perras sin dueño. ¿No te apiadas de nosotras?.
El Nacido del Loto replicó: "Esta vida terrenal es transitoria, y la separación, inevitable. Igual que en un mercado, los seres humanos se juntan y luego se separan. ¿Por qué, pues, afligirse por la separación?. Esta es la Rueda del Mundo; renunciemos a ella y fijemos nuestros pensamientos en el logro de la Liberación. Estoy decidido a seguir la carrera religiosa; y prepararé el camino para vuestra propia salvación, de modo que podáis reuniros conmigo más adelante. Por el momento, permaneced aquí". A partir de entonces, porque al irse prometió regresar a ellas cuando hubiera alcanzado la Verdad, lo llamaron "el Rey que recuerda a la gente". (Epítome de la vida y doctrinas del Gran Gurú Tibetano, según la biografía de su principal discipula, la dama tibetana Yeshe Tsogyal, encarnación de Sarasvati, diosa de la erudición"
"EL LIBRO TIBETANO DE LA GRAN LIBERACIÓN", edición de Evans-Wentz, Ed. Kier, Buenos Aires. 1998.)