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viernes, mayo 13, 2011

Tao Y Meditaciones Diarias



Valentía

Alguien dispuesto a tomar su propia vida en sus manos
No vacilará en tomar las vidas de otros.


Había una vez dos amigos de excursión en las montañas. Uno era poeta, el otro un estadista. Llegaron a un profundo barranco, al fondo habían rápidos estruendosos con un delgado puente de tablones extendiéndose sobre la brecha.

“Bajemos y escribamos nuestros nombres al otro lado,” sugirió el estadista. El poeta se negó. Así que el estadista bajó valientemente, cruzó el puente y escribió sus nombres con hermosa caligrafía. Luego escaló de regreso.

“Algún día matarás a un hombre,” predijo el poeta.
“¿Por qué dices eso?” exclamó su compañero.
“Aquellos que tomarían su propia vida en sus manos no vacilarán en tomar las vidas de otros.”

Cuídate del valiente. Él puede ser un héroe, dispuesto a arriesgar su vida misma, pero también estará dispuesto a poner en peligro las vidas de otros. Después de todo, es un tomador de riesgos y por lo tanto no ve la sabiduría de la conservación, la compasión y el cuidado. Una persona así amenazará a otros, forzará su voluntad sobre otros, e incluso matará a otros no por pasión sino por algo más letal –razones. Justificará sus acciones de acuerdo a la ideología, el patriotismo, la religión y los principios.

Cuando es atacado, el valiente avanza con fuerza, poder y confianza. En ese bullicio, hay poca conciencia de lo sutil. La vida no es simple, y toma una gran cantidad de tiempo llegar a dominarla. Quizás es por eso que los valientes son jóvenes y los sabios son viejos. 

Triunfo

Gatea para comenzar.
Triunfa para completar.
Renuncia para marcharte.


¿Cuál es la anatomía de cualquier fase de la vida? Primero viene una etapa de aprendizaje llena de torpe lucha por la maestría. Luego viene la fase de probarte a ti mismo en competencias. Finalmente, la elegante retirada del campo, puesto que la constante competencia no es una forma de vida duradera.

La competencia es siempre un problema espinoso. Cierto, te desafía a ser lo mejor que puedas ser. Cultivar una habilidad y no usarla es como aprender un idioma extranjero y nunca salir de tu casa. Si pensamos en ganar en el limitado sentido de derrotar a otros, caemos en un peligroso egotismo. El ganar puede pensarse como un logro. Por ejemplo, si aprendes a nadar, eso es ganarle a tu propia ignorancia y pereza. Si entras a una competencia y ganas, entonces no es ganarle a otros, sino lograr tu mejor marca. Los otros competidores son secundarios; es más importante el que tú sepas dónde te encuentras, el que consolides tu posición, y que busques mayores logros. Ese es el verdadero triunfo.

El triunfo en las cantidades correctas es el mejor tónico para el alma. El triunfo llevado a los extremos corroe el alma. Una vez que hayas tenido tu cuota de triunfos, has de saber cuándo retirarte. Una vez que hayas alcanzado la cima, renuncia a la competencia. Luego comienza de nuevo. Ese es el secreto de moverse de fase en fase en la vida. 



El tiempo no se para jamás, continua transcurriendo. No solamente transcurre sin preocuparse de los obstáculos, sino que, del mismo modo, nuestra vida continúa moviéndose hacia delante sin cesar .
Si algo va mal, no podemos remontarnos en el tiempo e intentarlo de nuevo. En cierto sentido, pues, no existe una auténtica segunda oportunidad.
[El Pequeño Libro de Sabiduría del Dalai Lama] 


Para dejar de nacer en una existencia cíclica, meditemos sobre el sendero: aunque tengamos la cabeza en llamas, esforcémonos por practicar y no perdamos tiempo en apagar el fuego.


La conciencia es como el cristal: mientras reposa sobre una superficie coloreada, no se ve la claridad incolora de la materia, pero en cuanto se aleja el cristal de la superficie, se puede percibir su auténtico resplandor.

Aprender a perdonar es mucho más útil que coger una piedra sin más y arrojarla a la causa de nuestra ira, aunque la provocación sea extrema. En la mayor adversidad es donde reside la mayor capacidad de hacer el bien, a la vez para uno mismo y para los demás


Una cualidad única del espíritu requiere que una vez que nos hayamos familiarizado con un objeto en particular, nuestro espíritu estabilice la relación que tenemos con él.
Al contrario del progreso físico, que está sujeto a restricciones naturales, las cualidades del espíritu se pueden desarrollar sin límite alguno.
El espíritu es como un fuego que, si lo atizamos constantemente, ve crecer su calor sin cesar.