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martes, marzo 29, 2011

El diksha y el cerebro


La iluminación es la capacidad de percibir la realidad tal como es sin las interferencias e interpretaciones de la mente. Es un simple proceso neurológico que puede ocurrir en un solo instante. Paradójicamente, cuando obtenemos la iluminación descubrimos que siempre hemos estado iluminados. ¡Es nuestro estado natural!
Los circuitos neurológicos de un ser humano están diseñados para que después de desarrollar un yo cuando tenemos unos tres años de edad, volvamos de forma natural a un estado de existencia unificada alrededor de los dieciocho años. Por desgracia, hace tiempo algo dejó de funcionar y tuvimos un retroceso en nuestra evolución como especie biológica.

A partir de entonces la naturaleza siempre ha promovido la aparición de unos pocos elegidos que mantuvieran el campo morfogenético de la iluminación. Figuras históricas, como Buda, Lao Tzu, Jesús y otros, son un ejemplo de ello. Sin embargo, ha llegado el momento de que la humanidad se prepare para volver a su estado iluminado natural.

La iluminación no depende del tiempo que hayamos estado en un camino espiritual ni de nuestras creencias religiosas. Ni siquiera necesitamos creer en Dios, tener algún concepto sobre el alma o conocer las enseñanzas o los mantras correctos. Tampoco depende del número de vidas que hayamos estado meditando o de lo «buena persona» que seamos.

No hay nada que podamos «hacer» para iluminarnos. La iluminación no se puede alcanzar a través de nuestros propios esfuerzos al igual que una persona que se está ahogando no puede salvarse a sí misma cogiéndose del cabello. Estamos encerrados en la prisión de la mente y la llave está al otro lado. La mente no se puede desactivar ella misma, puesto que la única manera de hacerlo es a través de la gracia.

Bhagavan dice que ahora la humanidad está preparada. Cada uno de nosotros hemos estado preparándonos para esto durante innumerables vidas. Todos hemos practicado nuestra sadhana y ha llegado el momento de entrar juntos en la Era Dorada. La cuestión no es si nos vamos a iluminar, sino cuándo.

En cierta ocasión, mi guía me dijo: «Hay una manera de saber si estás iluminado. Si dudas de ello es porque no lo estás». El mayor obstáculo para la iluminación es pretender estar iluminado cuando en realidad no lo estás.

Si reconocemos que no estamos iluminados y somos conscientes de los deseos y aversiones generadas por la ilusión del yo, nos abrimos a la gracia. Cuando percibimos con claridad la naturaleza de la mente y nos cansamos del sufrimiento resultante -las incesantes comparaciones, críticas, esfuerzos y reproches-, la gracia puede comenzar a fluir. No es suficiente con comprenderlo a nivel intelectual, sino que es necesario experimentarlo.

El método que Bhagavan ha elegido para transmitir su gracia se llama diksha. La diksha es una transferencia de poder y se puede definir como una «iniciación». Normalmente consiste en una ceremonia en la que uno o más «facilitadores» de la Oneness University entran en un estado de unión divina, colocan sus manos sobre nuestra cabeza y se convierten en canales para que la energía cósmica dirigida por Bhagavan reorganice nuestros circuitos neurológicos.

Bhagavan llama a este proceso cirugía divina. Una bola dorada de gracia desciende a través del chakra de la coronilla despertando la kundalini. Algunas áreas del cerebro son activadas y otras desactivadas, iniciando un proceso de reorganización en el sistema nervioso.

Esta bola dorada es programada por Bhagavan para realizar cambios en el cerebro que conducen a la iluminación. Tiene una inteligencia propia y actúa de diferente manera en cada persona. Sin embargo, una vez que desciende a través del chakra de la coronilla, el proceso continúa hasta su culminación dirigido por el «sankalpa» o intención divina de Amma y Bhagavan.

La diksha atraviesa el muro de los conceptos construido por la mente, y el viento de la eternidad puede empezar a soplar. Como dice Carlos Castañeda, nos abrimos al mundo del nagual, cambia nuestro «punto de encaje» y nos liberamos.

En la especie humana actual el cerebro funciona como un receptor de radio que recoge las frecuencias emitidas por la Mente Antigua. La función de la diksha es detener la recepción de estas frecuencias y disolver la identidad separada a la que llamamos yo. Entonces, el cerebro puede sintonizarse con las frecuencias emitidas por la Mente Universal.

Después de la iluminación podemos acceder al alma de manera directa en lugar de a través de las interferencias de la mente. Aunque muchos de los que estamos en un camino espiritual hemos experimentado alguna vez el alma, la seguimos concibiendo de manera similar al yo. Se trata de un yo «superior», pero todavía separado de todo lo demás. Puesto que este concepto puede convertirse en una limitación, normalmente Bhagavan no habla del alma.

Cuando los yoguis iluminados de la antigua India llamaban a su divinidad interna Atman, sabían que no existe un alma individual fija. Todas las personas están holográficamente relacionadas con el todo. En realidad, el Atman está unido al «Brahman», el campo de consciencia universal que se manifiesta a través de cada expresión de la creación. «Tat twam asi», dicen los yoguis: «¡Yo lo soy todo!».

¿Qué ocurre cuando una persona recibe la diksha? Algunas experimentan de inmediato un intenso gozo, un profundo silencio o la consciencia cósmica. Esto puede que sea permanente o puede que no. En este último caso tendrán experiencias similares durante los siguientes días y semanas hasta que el estado de la iluminación permanente se estabilice.

Otras personas no tienen ninguna reacción inmediata y pueden transcurrir horas, días o incluso semanas antes de notar algún cambio. De cualquier manera, al transmitir la diksha se planta la semilla de la iluminación, y Bhagavan trabaja con cada persona según el objetivo de su alma y lo preparado que esté su cuerpo para hacer madurar esta semilla.

Lo primero que suele ocurrir es que percibimos de manera más intensa la naturaleza de la mente y los patrones que gobiernan nuestra vida. Es posible que esto nos resulte doloroso y estremecedor, pero es necesario para liberarnos. Si vamos a recibir más de una diksha, la primera estará programada para que nos demos cuenta de nuestro egoísmo. Nos servirá de ayuda si anteriormente hemos realizado alguna clase de autoanálisis o limpieza emocional o hemos «tocado fondo». La gracia sólo puede fluir después de haber reconocido nuestras ilusiones. Mientras sigamos pensando que podemos hacerlo solos, el flujo seguirá bloqueado.

Después de recibir la diksha no podemos acelerar ni detener el proceso. Este no depende de lo que pensemos que merecemos, de nuestros conceptos de espiritualidad ni del esfuerzo que hagamos.

Como dice Bhagavan, después de tomar el tren no llegaremos antes a nuestro destino por mucho que corramos arriba y abajo por los vagones. Debemos comprender que la iluminación no está relacionada con la mente ni con su contenido, sino con el cerebro, y que la diksha es una energía inteligente programada para realizar los cambios neurológicos necesarios para llegar a la meta.

Algunas personas piensan que después de recibir la diksha pueden acelerar el proceso practicando las meditaciones adecuadas, pensando de manera correcta o controlando su mente. Otras se preguntan si lo estarán obstaculizando con sus temores, dudas o falta de méritos. Es importante que nos demos cuenta de que no hay nada que podamos hacer para acelerar o detener el proceso excepto simplemente observarlo.

En otras palabras, si aparece una personalidad «obstaculizadora», debemos dar un paso atrás y observar la manera en que se manifiesta. Es posible que pensemos que vamos a ser la última persona en iluminarnos, que tenemos demasiados bloqueos mentales o traumas, que no hemos abierto lo suficiente el corazón, que no hemos realizado suficientes limpiezas emocionales, que tenemos algún defecto físico, que somos demasiado viejos, que no nos lo merecemos o cualquier otra cosa relacionada con nuestra historia personal.

Debemos observar esta personalidad como si estuviéramos viendo una película y darnos cuenta de lo involucrada que está en el drama de su propio sufrimiento. Observar cómo se alimenta de sus traumas pretendiendo odiarse a sí misma. Observar cómo planifica su propia iluminación, cómo su obsesión por estar bloqueada es precisamente lo que la bloquea, cómo prefiere analizarse a sí misma una y otra vez antes que rendirse y cómo escucha sólo lo que desea escuchar para demostrar que tiene razón.

Podemos hacer una lista de estos mecanismos de evasión de la mente y dejar que estas personalidades «negativas» se expresen describiendo con detalle todos nuestros temores, dudas, bloqueos, deseos de control, aversiones y pautas de comportamiento ejará de edisfuncionales. Después de soltarlo todo y haberlo escrito en un papel, dejara de ejercer tanta influencia sobre nosotros. Si vemos algo con claridad, la misma capacidad de ver es la liberación. Cuando nos damos cuenta de que no podemos cambiarnos a nosotros mismos, nos rendimos y la gracia puede fluir.

Es posible que nos esforcemos incluso por rendirnos. En este caso debemos abandonar también este esfuerzo. Simplemente pedir la gracia y esperar en silencio. Cuando este «yo» que intenta comprender, cambiar o curarse a sí mismo se rinde, la iluminación ocurre con facilidad. Entonces, se produce el cambio neurológico y volvemos a nuestro estado natural de unidad. Así de sencillo.

Es importante saber lo que no es la iluminación. No consiste en librarnos de la mente o cambiar su naturaleza, puesto que continuará existiendo aunque nuestra relación con ella sea diferente. Tampoco consiste en sentir gozo cósmico, adquirir clarividencia o alcanzar estados espirituales elevados. Puede que esto ocurra después de la iluminación, pero no es la iluminación propiamente dicha. Esta última consiste simplemente en «pulsar un botón» en la estructura neurológica de nuestro cerebro y provocar la disolución de la sensación de un yo separado. No se trata de cambiar los contenidos de la mente, sino de observar esta última tal como es. Gracias a esta mera observación, todos los conflictos y sufrimientos desaparecen, y experimentamos la libertad.

El cambio es principalmente interno. Una persona iluminada puede seguir cometiendo errores y teniendo decepciones, dificultades en sus relaciones, limitaciones y mal humor, pero deja de identificarse con todo ello. En realidad, no tiene por qué tener un aura radiante y estar siempre contenta.

Es posible que una persona iluminada se muestre firme en sus convicciones si antes era sumisa o se comporte de manera contraria a los códigos morales o sociales establecidos. Además, disfrutará siendo fiel a sí misma y no necesitará fingir aunque los demás piensen que es rebelde.

La iluminación consiste en dejar de interpretar lo que ocurre. Para una persona iluminada la vida se convierte en algo muy corriente. Andas, y estás andando; comes, y estás comiendo. La iluminación no consiste en tener experiencias extraordinarias, sino en reconocer lo extraordinario de cada momento. Antes la mente hacía miles de interpretaciones sobre cualquier suceso, pero ahora sólo queda la experiencia misma.

También es importante distinguir entre las experiencias de iluminación y el propio estado iluminado. Las primeras son experiencias intensas o de elevada energía. Puede que tengamos alguna después de recibir una diksha o que hayamos tenido varias a lo largo de nuestra vida. En ellas, la kundalini sube por nuestro cuerpo hasta llegar a la coronilla, se une con la energía universal y experimentamos gozo, amor incondicional o consciencia cósmica. Es posible que tengamos visiones celestiales e incluso que viajemos a otros «lokas» o dimensiones.

Las experiencias intensas no suelen durar más de unas horas o, como máximo, unos días. Si fueran más largas, la energía cósmica que atraviesa nuestro sistema nervioso produciría en nosotros un cortocircuito, al menos en nuestro estado actual de evolución. En cambio, el estado iluminado es permanente. Se trata de un cambio en nuestros circuitos neurológicos que produce una agudización de los sentidos y una pérdida del yo fijo. Después de recibir una diksha, a menudo se producen varias experiencias intensas que finalmente se estabilizan para dar lugar al estado de iluminación permanente.

Esto puede ilustrarse en forma de gráfico. Supongamos que una persona no iluminada está a un nivel menos dos, tres o cuatro, dependiendo de su sufrimiento. Cuando recibe una diksha sube a un nivel tres o cuatro en el que experimenta toda clase de fenómenos asociados con la consciencia unificada, y al cabo de unas horas disminuye la intensidad de la experiencia. Entonces, cuando entra en un estado de iluminación permanente, deja de estar por debajo del nivel cero de sufrimiento y se estabiliza a un nivel uno o dos. Cuando recibe la siguiente diksha es posible que suba hasta un nivel cuatro o cinco y luego se estabilice a un nivel dos o tres. El nivel al que se estabilizará será superior cada vez que tenga una nueva experiencia intensa.