Es frecuente leer en algunos autores que Reiki es una energía que se conduce por sí misma, hacia donde más necesita. Esto es cierto, pero nos encontramos con la posibilidad de conducir la energía por medio de nuestra voluntad.
Por otro lado, tenemos la idea de que Reiki funciona aún en las personas que descreen de su eficacia. Para aclarar este punto necesitamos hacer dos aclaraciones:
Reiki no es cuestión de fe, existe y es muy efectivo. Sin embargo hay alunos punto a tener en cuenta en el momento de iniciar un tratamiento.
Una persona que nos cuenta abiertamente su problema tiene muchas más probabilidades de mejorar que otra que adopte una actitud contraria, porque eso significa que se han vencido represiones y negaciones, es decir, la conciencia y la apertura es mayor.
Como reikistas, tenemos la herramienta de la intención, la cual nos permite guiar la energía con un fin en particular, que puede ser tratar un aspecto mental o emocional, alguna parte del cuerpo en particular, el pasado personal, cambiar un hábito, etc.
Por eso yo sostengo que si bien Reiki efectivamente se dirige naturalmente hacia los ámbitos fuera de equilibrio, ayuda muchísimo "abrirle las puertas" para que no tenga que "romper las ventanas". ¿Qué quiere decir esto? Cuando uno está más dispuesto a ser ayudado, se vuelve más permeable y Reiki actuará mejor.
Ahora, ¿qué pasa ante una persona que no quiere ser ayudada? A la hora de evaluar el nivel de receptividad, podemos evaluar 3 casos:
La persona abiertamente manifiesta sus deseos y su confianza de estar mejor: seguramente este paciente aprovechará su tratamiento (recordemos que nunca debemos asegurar resultados). En un caso así no tendremos mayor dificultad en utilizar nuestra intención para conducir la energía y las sensaciones de bienestar probablemente sean manifiestas
La persona no cree en Reiki, se somete al tratamiento por obligación (algún familiar que pidó turno por ella, por ejemplo) y se muestra nada comunicativa de su caso: lo más probable es que no experimente sensación alguna y que abandone su tratamiento al cabo de la primer sesión. Podemos decir que ejerció su libre albedrío (en este caso, voluntad de no dejarse ayudar) y que por mucha dedicación e intención que pongamos en nuestra práctica, la energía parece "rebotar"
Por otro lado, tenemos la idea de que Reiki funciona aún en las personas que descreen de su eficacia. Para aclarar este punto necesitamos hacer dos aclaraciones:
Reiki no es cuestión de fe, existe y es muy efectivo. Sin embargo hay alunos punto a tener en cuenta en el momento de iniciar un tratamiento.
Una persona que nos cuenta abiertamente su problema tiene muchas más probabilidades de mejorar que otra que adopte una actitud contraria, porque eso significa que se han vencido represiones y negaciones, es decir, la conciencia y la apertura es mayor.
Como reikistas, tenemos la herramienta de la intención, la cual nos permite guiar la energía con un fin en particular, que puede ser tratar un aspecto mental o emocional, alguna parte del cuerpo en particular, el pasado personal, cambiar un hábito, etc.
Por eso yo sostengo que si bien Reiki efectivamente se dirige naturalmente hacia los ámbitos fuera de equilibrio, ayuda muchísimo "abrirle las puertas" para que no tenga que "romper las ventanas". ¿Qué quiere decir esto? Cuando uno está más dispuesto a ser ayudado, se vuelve más permeable y Reiki actuará mejor.
Ahora, ¿qué pasa ante una persona que no quiere ser ayudada? A la hora de evaluar el nivel de receptividad, podemos evaluar 3 casos:
La persona abiertamente manifiesta sus deseos y su confianza de estar mejor: seguramente este paciente aprovechará su tratamiento (recordemos que nunca debemos asegurar resultados). En un caso así no tendremos mayor dificultad en utilizar nuestra intención para conducir la energía y las sensaciones de bienestar probablemente sean manifiestas
La persona no cree en Reiki, se somete al tratamiento por obligación (algún familiar que pidó turno por ella, por ejemplo) y se muestra nada comunicativa de su caso: lo más probable es que no experimente sensación alguna y que abandone su tratamiento al cabo de la primer sesión. Podemos decir que ejerció su libre albedrío (en este caso, voluntad de no dejarse ayudar) y que por mucha dedicación e intención que pongamos en nuestra práctica, la energía parece "rebotar"
El paciente muestra un grado elevado de reserva, duda acerca de la eficacia de Reiki, pero quizás por necesidad propia acepta ser tratado: este es un caso en el que Reiki tendrá que hacer uso de su capacidad de dirigirse sola hacia donde más se la necesite y de ese modo abrirse paso entre las barreras energéticas (de voluntad) del paciente.
Principalmente en este último caso puede darse lo que se denomina reacción radical. Como toda terapia, Reiki puede generar rechazos. Entre estas manifestaciones podemos encontrar la intensificación momentánea de algún dolor previo al tratamiento, mareos, dolores de cabeza, llanto, ganas de no continuar el tratamiento, etc. Debo aclarar que estas no son contraindicaciones de Reiki ni efectos secundarios, sino la consecuencia natural de atacar un conflicto energéticamente muy defendido (de difícil acceso a la conciencia).
La clasificación previa está hecha únicamente con un fin teórico, ya que todos poseemos todas esas cualidades de forma simultánea (la lucha entre los deseos estar mejor o seguir igual), por lo que en la vida real encontraremos todos esos rasgos mezclados entre nuestros pacientes, y por supuesto, en nosotros mismos.
De todo lo antes expuesto podemos concluir que un tratamiento de Reiki es mucho más beneficioso cuando se suman y potencian las intenciones tanto del terapeuta como del paciente, a la vez que confiamos en que Reiki obrará, más allá de nuestras voluntades, siempre para el mayor beneficio del receptor.