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sábado, marzo 17, 2012

Hermetismo y Cabala Cristiana



 


De entre los modelos de la Sabiduria Tradicional, el de la Cábala Hermético Cristiana fue inspirador del verdadero Renacimiento del s. XV; el cual, remontándose a las fuentes medievales y de la antigüedad se difunde hasta el s. XVII, expresando a través del lenguaje de los símbolos, intermediarios del conocimiento, la harmonía existente entre las formas tradicionales, hebrea, griega, cristiano–latina y árabe.
Tiempos aquellos alimentados por el espíritu de la concordia, generador de una luz que, por situarse más allá de los caracteres que reviste cada una de aquellas formas las armoniza en un todo, desde el que las formas particulares de cada una de ellas quedan legitimadas. Convirtiéndose así en libre expresión de una realidad verdadera, que las ciencias y las artes contribuían a expresar, pues eran reconocidas como transmisoras de las musas y de los Angeles, en correspondencia a las sephiroth. Luces indicadoras que flanquean el camino de retorno de los seres hacia sí mismos, hasta su verdadero origen primordial.

Modelo que cristalizó en Florencia donde Marsilio Ficino y Juan Pico de la Mirándola, dando curso a la traducción y al diálogo, vierten la antigua sabiduría hebrea y griega al latín, demostrando los nombres diversos con los que cada tradición se refiere a los mismos Principios.

Y todo ello según la tradición de las "escuelas de traductores", que al igual que en Florencia existieron en otros tiempos y lugares, en Atenas, Alejandría, Bagdad, Toledo, Gerona, Córdoba, o Aquisgrán.

Abundando en ello se da cita a textos, que son expresión de la inteligencia que iluminó a aquellos cabalistas–herméticos–cristianos, en formas signadas por los números, la geometría, las letras, la alquimia, la arquitectura, la pintura, el grabado, y el teatro, entre otras; ciencias y artes o vehículos conductores de un conocimiento regenerador capaz de sugerir un espacio nuevo, como el que se indica en el frontispicio del templo de Apolo en Delfos: Conócete a ti mismo. Conocimiento representado también por el signo de la Mónada, principio de la Díada, de la Tríada y de la Tétrada.

La existencia no es más que el recorrido o viaje alrededor del "misterio" del que todo surge y al que todo ha de retornar, y que va revelándose en el "rito" del despertar al "conocimiento".

Para rescatar o revivir este objeto precioso o tesoro es preciso traspasar la letra muerta, colocarse detrás del espejo, despertando del sueño en que se vivió; para llegar a adivinar que, en el "gran sueño" que es la vida ya no hay temor a seguir soñando.

Y lo que es posible soñar hoy en la Voluntad despierta, son las noticias que llegan hasta nosotros en voces audibles, legibles y visibles para oídos más que humanos que viven en la paradisíaca inocencia del Edén. Mensajes de los orígenes que nos traen a la memoria una muestra de imágenes sugerentes que evocan los estados desconocidos del espíritu.

Las puertas del entendimiento, de la voluntad y de la memoria, pasivas respecto al Principio y activas respecto al cosmos, están abiertas de par en par. La escalinata que cubre el espacio entre lo visible y lo invisible, es recorrida por la alfombra mágica del símbolo en todas sus formas y variedades.

Testimonios que habiendo llegado hasta aquí se conservan aún en la memoria de las crónicas de nuestro tiempo, sencillas muestras de un amor al conocimiento, tan reales, que a los ojos interiores no puede caberles ya ninguna duda de que jamás han dejado ni dejarán de existir, pues son en el ahora imperecedero.

Los hombres de este entonces estuvieron hoy en una Arcadia Feliz, próximos a un siglo en el que están por concluirse todas las cosas.

Corresponde a la virtud de la paradoja comprender que como todo está hecho, todo está por hacer; la obra conclusa está inconclusa y presta a la renovación.

Disfrutemos de la compañía de los Angeles o de las Ideas y visitemos los recintos simbólicos ante los que la imaginación enmudece.

* * *

Raimundo Lulio vivió en el siglo XIII y fue contemporáneo a la redacción del Libro del Zohar, en un tiempo floreciente en el que se encontraron sobre suelo hispánico y en estrecha relación las culturas latina, cristiana, judía e islámica.

En el curso de su existencia compuso una gran obra o Ars Magna, compendio del saber universal y verdadera Teocosmogonía, en la que se desarrolla el ámbito de la creación establecida en virtud de los principios trascendentes que la sustentan.

Principios triunitarios que hallaron su concordancia en el núcleo esotérico de las formas tradicionales representativas de occidente, tanto desde el punto de vista cristiano–latino, como del judío e islámico. Síntesis que aparece representada en una ilustración a la obra de R. Llull en forma de cuatro personajes sentados bajo sendos árboles, un cristiano, un judío, un musulmán y un gentil, ante quienes pasa un caballero –significando a la propia Ars Magna– remontando la corriente de un río, por el que simbólicamente discurre el conocimiento.

Compone el Ars Magna según los números, esencias constitutivas de todas las cosas, representados a su vez por las formas geométricas correspondientes, entre las que destacan, tres fundamentales: el círculo, el triángulo y el cuadrado.

Círculo de lo absoluto, cuyo valor simbólico es 10, es decir el de la Unidad y verdadero Principio de todas las cosas y las Nueve Dignidades o atributos mismos de Dios: Bondad, Eternidad, Poder, Sabiduría, Voluntad, Virtud, Verdad y Gloria, cuyos nombres fueron establecidos por la tradición neoplatónica y cristiana de San Agustín y de Dionisio Areopagita. Atributos estrechamente relacionados con las 9sephiroth o numeraciones puras de la Cábala, manifestaciones del sagrado nombre de Dios.

Atributos, Dignidades, o Nombres Supremos que en el Ars Brevis de Llull encontramos especificados por las letras del alfabeto latino de la B a la K, procedentes todas ellas de una primera letra inefable y que se disponen en una síntesis de tres círculos concéntricos, referidos de mayor a menor al ámbito de lo supraceleste, de lo celeste y al de lo terrestre. A partir de lo cual es elaborada un Ars Combinandi cuyo ejercicio permitirá reconocer en la mente humana todo el mundo cognoscible, disponiéndose a ser conocida o visitada por el espíritu.

En el orden de lo geométrico, triángulo y cuadrado son figuras que corresponden al número 3 de las fuerzas principales y al 4 de los elementos de la materia, a través de cuya multiplicación aparecen las doce formas ideales del Zodíaco o signos arquetípicos, gobernados a su vez por las siete fuerzas planetarias resultantes de la suma o adición de aquellos mismos números.

Nueve dignidades divinas en las que se reflejan todos los aspectos de la creación universal, en un orden jerárquico que comprende toda la cadena del Ser o escala de las criaturas, y que va por emanaciones sucesivas, desde lo más sutil e incorpóreo a lo más material, fluyendo desde las energías angélicas hasta la naturaleza del mundo creado con base en los cuatro elementos.

Creación que comprende tanto un ámbito celeste, representado por los doce signos zodiacales y sus siete regentes planetarios, girando en armónica revolución, como un ámbito terrestre, en donde todas las cosas evolucionan según aquellos ritmos.

Mundo o Macrocosmos de la creación, que halla su reflejo central en el Microcosmos, que participando a la vez tanto de lo espiritual como de lo elemental, es constituido a su imagen, como hombre verdadero, en espíritu, alma y cuerpo.

Las facultades que presiden y a la vez median, posibilitando la identidad entre lo macrocósmico y lo microcósmico son en número de 3, la Memoria, el Entendimiento y la Voluntad, por medio de quienes y a través de su libre albedrío, el hombre puede elevarse en la contemplación de las esencias divinas. Facultades que Llull, en su Libro de la Contemplación, describe así:

"La primera recuerda lo que la segunda entiende y lo que la tercera quiere. La segunda entiende lo que la primera recuerda y lo que la tercera quiere. La tercera quiere lo que la primera recuerda y la segunda entiende."

Señalándose así, la compenetración recíproca permitida por la intuición directa del corazón, que hace de todas, una sola.

Facultades o potencias del alma con las que el intelecto recorre gradualmente la escala del Ser, lo cual podemos contemplar en una lámina alusiva incluida en el Libro del ascenso y descenso del Intelecto,donde se muestra a éste en su recorrido por el mundo de la creación, transcurriendo a través de las esferas elemental, humana, celeste y angélica hasta el templo de la sabiduría cuya puerta abierta es iluminada por el sol, símbolo de la unidad puramente espiritual.

Atributos de Dios, que en el Ars Combinandi de Llull y por medio de diferentes figuras hallarán aplicación a todas las esferas del saber humano de lo cósmico, como es por ejemplo el caso de la del Arbol de la Ciencia en cuyas raíces, tronco, ramas, ramos, hojas, flores y frutos hallan su correspondencia las diferentes Artes que son en sí los reflejos humanos del orden natural.

Este recorrido del intelecto por la escala del Ser, operado a través del Ars Magna, era inspirador de un amor que halla su eco en la poesía provenzal de aquel tiempo, y también de una regla de caballería hecha explícita en un libro compuesto en siete capítulos, a tenor de los siete planetas o fuerzas celestes que gobiernan a las terrestres y que se titula Libro de la Orden de Caballería. "La primera parte trata del principio de la caballería. La segunda, del oficio del caballero. La tercera, del examen que debe hacerse al escudero cuando quiere entrar en la orden de caballería. La cuarta, del modo como debe ser armado el caballero. La quinta, de lo que significan las armas del caballero. La sexta de las costumbres que son propias del caballero. La séptima, del honor que se debe al caballero".

Libro que fue modelo para la sociedad inglesa isabelina del siglo XV. Además la obra de Ramón Llull constituyó uno de los puentes que contribuyeron a la generación de la Cábala Cristiana y latina en el Círculo de Florencia.
El cual estuvo centrado alrededor de la Academia platónica, espacio de "Diálogo" fecundo entre tradiciones, inaugurada de nuevo por Cosme de Medici a poco de llegar Gemistos Plethon de Bizancio, el cual vino provisto de los escritos en lengua griega que allí se guardaban, los de Hermes Trismegistos así como los de Platón, y también de Jámblico, Proclo y de Porfirio entre otros. Textos del neo-platonismo alejandrino, que recipiendario de las antiguas tradiciones Persa, Caldea y Egipcia, habría de traducir al latín en su mayor parte Marsilio Ficino, Gran Maestre de la Academia de Florencia. Círculo al que perteneció Giovanni Pico della Mirandola, nacido en 1463 y que viviendo tan solo treinta y dos años, fue reconocido como Fénix de su tiempo y también como Príncipe de la Concordia.