LA SABIDURÍA
Los verdaderos hombres son aquellos cuya naturaleza está unida al Tao. En consecuencia, existen aunque no lo parezca; son plenos aunque parezcan vacíos. Viven en la unidad y no conocen otra cosa; gobiernan su interior y no se ocupan de lo exterior. Perfectamente claros, absolutamente sin dobleces y sin artilugios, vuelven a la simplicidad. Como contienen lo fundamental y abarcan el espíritu, se mueven por los límites entre el cielo y la tierra. Deambulan por la vastedad más allá de la barahúnda mundana, trabajan en libertad sin considerarse excepcionales.
Los verdaderos hombres saben sin aprender, ven sin mirar, logran sin esforzarse y comprenden sin intentarlo. Sienten y responden, actúan cuando es necesario y se desplazan cuando no hay otra opción, lo mismo que el resplandor de la luz, como la emanación de los rayos. [...]
Los sabios hacen el bien como si temieran que no hubiera suficiente y se preparan contra la calamidad como si temieran no poder evitarla.
Aunque no quieras enceguecerte en medio de una nube de polvo o no quieras mojarte cuando cruzas un río, pronto verás que no puedes hacerlo. Por lo tanto, los que se conocen a sí mismos no se irritan con los otros; los que conocen su destino no se irritan con el cielo.
Aquellos palabras son inconstantes y cuyos actos son inconsistentes, son seres pequeños. Aquellos que observan una cosa y comprenden un arte, son seres mediocres. Aquellos con amplio alcance y total captación de las cosas, que aprecian las aptitudes y las emplean buen juicio, son sabios.
Los sabios tienen de sí medios de entrar en contacto con un potencial más elevado, no pierden el autodominio por estar más arriba o más abajo, en pobreza o riqueza, trabajando o descansando.
Los sabios dominan la mente; la gente común domina la codicia. La persona ideal procede con cordura, los despreciables actúan sin ella. Cordura quiere decir sentirse cómodo por dentro con lo natural, por fuera de acuerdo con el deber, efectuar actos razonables y sin complicaciones. El que no se ajusta a la cordura es adicto a la sensualidad y al impulso emocional, sin apreciar los problemas consecuentes.
Cordura y no cordura se hieren mutuamente; codicia y naturaleza se lastiman una a otra. No pueden coexistir; cuando gobierna una, la otra desaparece. En consecuencia, los sabios reducen el deseo y siguen lo natural. [...]
LA PAZ
Aquellos que son capaces de sostener al mundo desde luego que no pierden a sus naciones. Aquellos capaces de mantener a sus naciones, claro que no pierden a sus familias. Aquellos que pueden hacerse cargo de sus familias, por cierto que no se descuidan a sí mismos. Aquellos que pueden cultivarse, por cierto que no olvidan su espíritu. Los que son capaces de dar con las fuentes de sus espíritu de seguro que no desgastarán su naturaleza esencial. Quienes estén en condiciones de preservar por completo la integridad de su naturaleza esencial, ciertamente no habrán de titubear indecisos en el Camino.
Por lo tanto, el Maestro del Desarrollo Extendido ha dicho: "Guarda cuidadosamente lo interior, cierra completamente lo exterior; conocer mucho es frustrante. No mires, no escuches, abrázate al espíritu con calma y el cuerpo habrá de fortalecerse solo". Nadie puede conocer a otro sin lograr conocerse a sí mismo. Por eso dicen los maestros en el "Libro del Desarrollo extendido": "Cierra la bolsa, y allí no habrá culpa ni elogio".
Si eres claro, tranquilo y sencillo, los cielos han de proveerte un tiempo. Si eres modesto, frugal y disciplinado, la tierra habrá de producirte riqueza.
Si una barca está cruzando un río y otra barca vacía choca con ella y la hace zozobrar, los pasajeros de la primera podrán sentirse muy preocupados, pero no se enojarán con nadie. Pero consideremos que haya tan siquiera una sola persona en la segunda barca y supongamos que no responde a los pedidos de los pasajeros del primer bote, de seguro que habrán de seguirlo muchos insultos.
La razón de que nadie se enoje en el primer ejemplo es que la barca se halla vacía. La razón de que todos se enojen en el segundo ejemplo es que la barca está ocupada. Si para viajar por el mundo logras vaciarte, ¿quién habría de criticarte?
Toma al mundo sin que te pese y tu espíritu no habrá de sentirse cargado. Considéralo todo como cosa menor, y tu mente no se confundirá. Observa a la muerte y la vida como iguales, y tu corazón no temerá.
EL ESTADO Y LA SOCIEDAD
Cuando la sociedad está en orden, un solo tonto no puede alterarla; cuando la sociedad es caótica, un solo sabio no puede ordenar.
Tachar de inútil al Tao cuando vivimos en un mundo contaminado es lo mismo que amarrar a un unicornio desde dos direcciones y esperar que pueda correr un millar de kilómetros. Encierra a un mono en una jaula y será lo mismo que un cerdo, no porque deje de ser más inteligente y rápido, sino porque carece de lugar para poner libremente en juego sus aptitudes.
Hasta los líderes más sabios han de aguardar a que presenten las circunstancias adecuadas. Las circunstancias adecuadas sólo pueden hallarse en el momento preciso y no pueden satisfacerse buscándolas en el conocimiento.
El sabio se aparta del sendero y encuentra el Camino; los tontos se aferran al Camino y pierden la senda.
La tarea básica del gobierno es dar seguridad al pueblo. La seguridad del pueblo depende de la satisfacción de sus necesidades. La base de la satisfacción de las necesidades consiste en no despojar a las personas de su tiempo. Para no despojar a las personas de su tiempo es básico reducir al mínimo de gastos y exacciones. La base de la reducción al mínimo de gastos y exacciones es la moderación del deseo. La base de la moderación del deseo se encuentra en el retorno a lo esencial de la naturaleza. Para retornar a lo esencial de la naturaleza lo básico es aliviar el peso de las obligaciones.
Quita la carga de las obligaciones y tendrás la sinceridad. Ser sincero es ser ecuánime. La ecuanimidad es un elemento básico del Camino; la sinceridad es el albergue del Camino.
Quienes puedan convertirse en gobernantes han de ser capaces de dar con ganadores. Aquellos capaces de vencer a sus oponentes han de ser fuertes. Quienes pueden ser fuertes son capaces de utilizar la potencia de otros. Para poder utilizar la potencia de otros es necesario ganar el corazón de la gente. Para ser capaz de ganar el corazón de la gente es necesario tener autodominio. Para poder ser dueño de uno mismo es necesario ser flexible.
EL ARTE DE LA GUERRA
Los que recurrían a las armas en los tiempos antiguos no lo hacían para expandir su territorio o lograr riquezas. Lo hacían por la supervivencia y continuidad de las naciones al borde de la destrucción y la extinción, para poner orden en el mundo y para deshacerse de los que dañaban a la gente común.
El hacen de las armas es como el peinado del cabello o la poda de los retoños: se quitan unos pocos para beneficiar a muchos. No hay daño más grande que matar a gente inocente y soportar dirigentes injustos. No existe peor calamidad que agotar los recursos para satisfacer los deseos de un individuo.
Hay necesidades referentes a ropas y alimentos que no alcanzan a satisfacerse. Por lo tanto, cuando las personas viven juntas no lo comparten todo por igual. Si no logran lo que desean, pelean. Cuando pelean, el fuerte aterroriza al débil y el atrevido atropella al tímido.
Cuando los voraces y glotones saquearon al mundo, las gentes vivieron de medio de tumultos y no podían estar seguros en sus casas. Hubo sabios que se alzaron, derribaron a violentos y desmedidos, resolvieron el caos del momento, nivelaron lo desparejo, suprimieron la contaminación, clarificaron las turbulencias y dieron seguridad al que corría peligro. Así la humanidad estuvo en condiciones de sobrevivir.
Las operaciones militares de los líderes de verdad se considera con filosofía, se planean con estrategia y se sostienen con justicia. No tienen como finalidad destruir lo que existe sino conservar lo que está pereciendo. Por lo tanto, cuando se enteran de que en una nación vecina se oprime el pueblo, alistan ejércitos, marchan a la frontera, y acusan a la otra nación de injusticias y excesos.
Cuando los ejércitos alcanzan los suburbios, los comandantes dicen a sus tropas: "No derriben árboles, no perturben los cementerios, no incendien cosechas ni destruyan almacenes, no hagan prisioneras a las personas comunes y no roben animales domésticos". Luego se formula la proclama: "El gobernante de tal y cual país demuestra desprecio por el cielo y los espíritus al apresar y ejecutar a inocentes. Este es un criminal ante el cielo, un enemigo ante el pueblo".
La presencia de los ejércitos es para expulsar al injusto y restaurar al virtuoso. Quienes encabezan a los saqueadores del pueblo, en desafío a lo que es natural, mueren y sus bandas son exterminadas. Aquellos que reúnen a sus familias para escuchar razones quedan libres junto con sus familias; aquellos que logran que sus aldeas y ciudades escuchen son recompensados lo mismo que sus aldeas y ciudades; aquellos que logran que sus distritos escuchen, reciben feudos al igual que sus distritos; y aquellos que consiguen que sus Estados escuchen, son ennoblecidos en sus Estados.