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-Me encantaría -respondió el hombre-. Ven a mi casa cuando quieras y háblame de ello.
Nasrudín comprendió que este hombre tenía la idea de que el conocimiento místico podía ser totalmente trasmitido por la palabra hablada[o escrita], y no dijo nada.
Días más tarde, desde la terraza de su casa, el vecino le gritó al Mulá:
-Nasrudín, necesito tu ayuda para soplar el fuego; el carbón se está apagando.
-Desde luego -dijo Nasrudín-; mi aliento está a tu disposición. Ven aquí y te daré tanto como puedas llevarte.
FUENTE: SHAH, IDRIES: `Las Ocurrencias del Increíble Mulá Nasrudín'. Recopilación. Digitalizado por Hernán, Biblioteca Nueva Era, Rosario -Argentina.