Aunque la práctica y la iniciación por parte de un maestro pueden abrir aún más los canales para el flujo de la energía cósmica, cualquiera puede autoaplicarse una imposición de manos.
En la película “Judas, el iscariote”, puede verse a uno de los discípulos de Jesús resucitando una mujer fallecida; cuando el propio Judas le pregunta como lo hizo, simplemente contesta que se abrió a Dios y se dejó llevar.
Reconocer esto es muy importante: todo el trabajo lo realiza la divina inteligencia omnipresente en el cosmos.
Lo más importante es admitir a la energía cósmica abriéndose a ella y dejar que fluya a través de su cuerpo; podemos comenzar con una reverencia e invocarla de la forma que consideremos apropiada.
Podemos visualizar una luz dorada que desde el corazón abarca todo nuestro ser.
Cuando este listo, lleve la atención a sus manos y sienta como la energía cósmica emana de ellas. A continuación, coloque una o ambas manos sobre la zona que necesita sanar o llévela allí donde su corazón le indique.
No es necesario que los tratamientos sean muy largos; tal vez diez minutos sean suficientes para un tratamiento completo que implique una o varias imposiciones de manos en zonas diferentes.
Al principio puede que no sea sensitivo a la energía cósmica, más debe saber que está allí; poco a poco la irá notando cada vez más.
Al finalizar, relájese y agradezca a la divinidad, en la forma que usted la entienda, por permitirle ser un instrumento de sanación.
Antes de comenzar a realizar imposiciones de manos a terceros, sugerimos que lo haga con Ud. mismo durante al menos tres meses; hoy puede ser un buen día para comenzar a practicar.
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