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viernes, diciembre 02, 2011

Meditaciones Diarias



Inteligencia y corazón, ésta es la combinación adecuada y el buen camino para realizarse sin ser creyente necesariamente.
Esa es, para mí, la religión universal.
"El Pequeño Libro de Sabiduría del Dalai Lama" 


Debemos cultivar las cualidades como la generosidad, que pueden ser destruidas no por un enemigo exterior, sino por aquel que dormita en nuestro interior.

Mi ignorancia, mi apego, mi deseo, mis odios...Esos son los enemigos, verdaderamente

Si no se fragmenta la realidad, si no se polariza sobre un objeto, si comprendemos que es un número infinito de causas y de consecuencias que interactúan, estaremos menos sujetos a los altibajos de la existencia.
La calma interior permite regular el cuerpo
 
"Aquel que se interroga se equivoca, aquél que responde se equivoca". Buda 
 
Cada una de las acciones que proyectamos y cumplimos, y la forma en que decidimos llevar nuestra vida ( cómo decidimos vivirla en el marco de las limitaciones impuestas por las circunstancias) pueden ser percibidas como nuestra respuesta a la gran pregunta a la cual todos nos enfrentamos: "¿ Cómo puedo ser feliz?".

En nuestra gran búsqueda de la felicidad, nos sostiene la esperanza. Sabemos, aunque muchos de nosotros no lo admitamos, que no puede haber garantía alguna de una vida mejor y más feliz que la que llevamos hoy en día. 

Todo lo que hacemos no solamente en tanto que individuos sino también como seres sociales, puede percibirse como una aspiración fundamental a la felicidad.
Esta última, en efecto, la comparten todos los seres sensibles. El deseo o la inclnación a ser felices y a evitar el sufrimiento no tienen límites. Forman parte integrante de nuestra naturaleza.
Y en ese sentido no hay necesidad de justificación alguna para ellos, ya que son válidos por el simple hecho de que tal es, lógicamente nuestro deseo.
 
En las sociedades industriales urbanas, la enfermedad se manifiesta bajo unas formas inherentes a ese entorno.
Muchas de ellas proceden del estrés.
Hay muchos motivos para suponer que existe un nexo entre nuestra voluntad de progreso externo y la tristeza, la inquietud, la falta de contentamiento de la sociedad moderna.


El hecho es que el conocimiento, por sí solo, no puede generar la felicidad  que emana del desarrollo interior. Este último no depende de los factores externos.
En efecto, a pesar de que tengamos un conocimiento detallado y específico de los fenómenos exteriores (el deseo ardiente de limitarnos, de contentarnos o de querer aumentarlo sin cesar), éste, lejos de aportarnos la felicidad, quizá sea realmente peligroso.
Puede conducirnos a perder el contacto con la realidad más amplia de la experiencia humana, y, en particular, reforzar nuestra dependencia de los demás.  


En nuestros días, muchas personas creen que la ciencia ha "refutado" la religión. Suponen que a partir del momento en que no aparece prueba alguna de la realidad de una autoridad espiritual, la moralidad misma debe ser una cuestión de elección individual.
Mientras en el pasado los científicos y los filósofos experimentaban la necesidad acuciante de poner en evidencia unos fundamentos sólidos sobre los cuales establecer leyes inmutables y verdades absolutas, ese tipo de búsqueda hoy en día se considera fútil.
Asistimos, en consecuencia, a un viraje completo que conduce a lo opuesto, donde al final nada existe ya, y donde la realidad misma se pone en cuestión. Eso no puede llevar más que al caos.
 
Mientras la ciencia y la ley nos ayudan a prever las posibles consecuencias de nuestros actos, no pueden decirnos sin embargo, cómo obrar en un sentido moral.
Además, tenemos que reconocer los límites de la investigación científica por si misma. La ciencia no puede decirnos cuál es la verdadera causa sustancial de la conciencia, ni cuáles son sus efectos.
La conciencia pertenece a esa categoría de fenómenos que no tienen forma, ni sustancia, ni color. Es imposible llevar a cabo investigaciones con medios exteriores. El simple hecho de que la ciencia no pueda probarlas no significa, sin embargo, que tales cosas no existan.


Yo soy tibetano antes de ser Dalai Lama, y soy humano antes de ser tibetano.
En tanto que Dalai Lama, tengo una responsabilidad particular hacia los tibetanos. En tanto que monje, tengo igualmente la de hacer progresar la armonía religiosa. En tanto que ser humano, tengo una responsabilidad todavía mayor hacia la familia humana entera. En realidad todos la tenemos.
Y como la mayoría no practica la religión, debo encontrar el medio de servir a toda la humanidad sin hacer un lllamamiento a la fe religiosa


La espiritualidad que me interesa concierne a las cualidades del espíritu humano (el amor y la compasión, la paciencia, la tolerancia, el perdón, el contentamiento, el sentido de la responsabilidad, el sentido de la armonía) que nos aportan felicidad a nosotros mismos y a los demás.
Mientras el rito y la plegaria, así como las cuestiones del nirvana y de la salud, están directamente ligadas a la fe religiosa, esas cualidades interiores, sin embargo, tienen necesidad de existir.
No hay pues ninguna razón para que el individuo no pueda desarrollarlas, incluso a un alto nivel, sin recurrir a un sistema religioso o metafísico cualquiera.
Por eso digo a veces que quizá podamos pasar sin religión .