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lunes, diciembre 26, 2011

Meditaciones Diarias



El que es compasivo, amante, paciente, tolerante y capaz de perdonar, reconoce el posible impacto de sus acciones en los demás y suscita su conducta en el mismo estado de espíritu.
La práctica espiritual que resulta implica, por una parte, obrar sin despreocuparse del bienestar de los demás, y por otra parte, nos conduce a transformarnos hasta estar dispuestos a hacerlo con gusto.
Hablar de práctica espiritual en otros términos que éstos, no tiene sentido .
"El Pequeño Libro de Sabiduría del Dalai Lama"

Mi llamamiento a la revolución espiritual no es un llamamiento a la revolución religiosa, ni tampoco la referencia a una forma de vivir poco realista, ni mucho menos a alguna cosa mágica o misteriosa.
Se trata más bien de un llamamiento a una reorientación radical, lejos de las preocupaciones habituales de nuestro "yo".
Es un llamamiento para volvernos hacia una comunidad más grande de seres con los cuales estamos en relación, y para instaurar una conducta que reconozca nuestros intereses y los de los demás.

¿Qué relación hay entre la espiritualidad y la ética? Dado que el amor, la compasión y otras cualidades parecidas se refieren, por definición, al hecho de estar preocupado por el bienestar de lo demás, suponen igualmente una cierta ética.
No podemos amar y experimentar compasión si al mismo tiempo no refrenamos nuestras propias pulsiones y deseos negativos.

La creencia religiosa no es garantía de integridad moral. Si miramos la historia humana, vemos que entre los grandes provocadores (aquellos que han provocado extensa violencia, brutalidad y destrucción) hay muchos que profesaban la fe religiosa, a menudo en gran medida.
La religión puede ayudarnos a establecer unos principios éticos. Aunque se puede hablar de ética y de moralidad sin recurrir a la religión.

Las características comunes de las cualidades que yo describo como "espirituales " tienen como constante un cierto nivel de implicación en el bienestar de los demás. En tibetano hablamos del shen-pen kyi-sem, que significa"el pensamiento para ayudar a los demás".
Y cuando pensamos en ellas, vemos que cada una de las cualidades así designadas se define mediante una inquietud implícita por el bienestar de los demás.

Desde mi punto de vista, que no reposa únicamente en la fe religiosa ni siquiera en una idea singular, sino más bien en el sentido común más ordinario, es posible establecer unos principios éticos irrevocables, mientras tomemos como punto de partida el hecho de que todos deseamos la felicidad y todos deseamos evitar el sufrimiento.
No tenemos ningún medio de separar el bien y el mal si no tomamos en consideración los sentimientos y el sufrimiento de los demás.