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domingo, octubre 16, 2011

Meditaciones Diarias

 

Existen numerosas formas distintas de emociones y dolores negativos, tales como la vanidad, la arrogancia, los celos, el deseo, la codicia, la estrechez de espíritu, etc.
Pero entre todas el odio y la cólera se consideran las más funestas, porque representan los mayores obstáculos al desarrollo de la compasión y del altruismo, y porque destruyen la virtud y la tranquilidad de espíritu.
"El Pequeño Libro de Sabiduría del Dalai Lama" 


No podemos vencer la cólera y el odio suprimiéndolos, sencillamente. Debemos cultivar con ardor sus antídotos: la paciencia y la tolerancia.

El entusiasmo resulta del aprendizaje y de la comprensión de los efectos benéficos de la tolerancia y de la paciencia, así como de los efectos destructivos y negativos de la cólera y del odio.
Esa comprensión es lo que crea una afinidad creciente hacia los sentimientos de tolerancia y de paciencia, y nos hace más prudentes hacia los pensamientos agresivos y rencorosos

En nuestra vida cotidiana, la tolerancia y la paciencia tienen grandes ventajas.
Desarrollarlas nos permite, por ejemplo, sostener y mantener nuestra presencia de espíritu.
Así, si un individuo posee esas cualidades, aunque viva en un entorno tenso, frenético y estresante, su calma y su tranquilidad de espíritu no se verán alteradas.

Debemos admitir que existe un gran número de miedos distintos. Algunos muy auténticos, reposan en razones valiosas: por ejemplo, el miedo a la violencia o a la sangre. Esas son cosas muy malas.
Y después están los miedos que resultan de las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones negativas, como el miedo al sufrimiento, o al odio. Creo que éstas son buenas formas de aprensión. Tener ese tipo de miedo nos conduce por el buen camino, y nos ayuda a volvernos más cálidos

Si una situación o un problema son tales que no se pueden remediar, no hay razón para inquietarse.
En otras palabras: si existe una solución o un medio de eliminar esa dificultad, no hay que sentirse agobiado por ella.
Es más importante concentrar nuestra energía en la solución que inquietarse por el problema mismo.

Una motivación sincera actúa como un antídoto para reducir el miedo y la inquietud. 

Lo principal es tener una motivación sincera para ayudar .Entonces basta, sencillamente, con hacer todo lo que podamos y no inquietarnos.

Con una motivación sincera, impregnada de compasión, no hay razón alguna para lamentarse, aunque hayamos cometido un error o desfallecido. En lo que a nosotros concierne, habremos hecho todo lo posible.
Si hemos fracasado, es que la situación estaba más allá de nuestras capacidades.
Es esta motivación auténtica la que aparta el miedo y nos da confianza en nosotros mismos. 

Cuando más motivados estamos por el altruismo, menos nos acosa el miedo, cuando nos encontramos frente a circunstancias extremadamente provocadoras.  

Los grandes practicantes espirituales son aquellos que han desarrollado la decisión de extirpar la totalidad de sus estados de espíritu negativos con el objetivo de ayudar a todos los seres sensibles, y poderles aportar la felicidad última.