El viajero se sentía solo al salir de una misa. De repente, fue abordado por un amigo.
El viajero vio en aquel encuentro una señal, y se entusiasmó tanto que empezó a hablar sobre todo lo que consideraba importante. Habló de las bendiciones de Dios, de amor, dijo que su amigo era una señal de su ángel, pues se sentía solo minutos antes, y ahora tenía compañía.
El otro lo escuchó todo en silencio, se lo agradeció, y se marchó.
En vez de alegre, el viajero se sintió más solo que nunca. Más tarde se dio cuenta de que con todo su entusiasmo no había prestado atención a la petición de aquel amigo: hablar. El viajero miró al suelo y vio sus palabras tiradas en la acera, porque el universo quería otra cosa en aquel momento.
Paulo Coelho